Seminario 2008 "Transferencia y Acto"


Dictante: María Cristina De Biasi

“Si el Psicoanálisis funda su clínica de la escucha en el descubrimiento del inconciente freudiano y en la invención del objeto a por parte de Lacan, es de esperarse que su operador fundamental, que es la transferencia, no sea un mero agregado a la concepción del cuadro clínico. Lacan plantea, llevando más lejos el descubrimiento freudiano, que hay una coalescencia de la estructura clínica con la transferencia definida desde su punto pivote del sujeto supuesto saber. En su seminario sobre “El acto analítico” dice que el psicoanalista estaba ya en la historia y en la estructura del sujeto como Velázquez en Las Meninas. Será a partir de estas formulaciones que Lacan apunta a fundar, sin lograrlo, una nueva nosología. De todos modos, ellas dejarán una huella fundamental que torsiona decisivamente la concepción del “cuadro” clínico.
Tomando como ejes estas formulaciones claves (llaves) de Lacan nos proponemos abordar la estructura -y las estructuras clínicas- situándolas entre la transferencia y el acto…”
María Cristina De Biasi

FUNDAMENTOS DEL PROGRAMA

Este seminario se inició con el propósito de investigar las diferentes estructuras clínicas. Como bien sabemos, el Psicoanálisis hereda del saber de la Psiquiatría la nominación y diferenciación de los cuadros clínicos. Claro que, y esto es decisivo, dicha diferenciación sólo podría formar parte de la nosología psicoanalítica a partir de sufrir una torsión fundamental; sin la cual se trataría de un mero traspaso sin consecuencias.
Decidimos comenzar nuestro recorrido interrogando la melancolía, durante los períodos 2004 y 2005. Causados por lo real de la clínica en cuya práctica estamos comprometidos, recorrimos los textos fundadores de Freud y Lacan, en la articulación de esta problemática y la compleja trama conceptual que intenta dar cuenta de la posición subjetiva que ella implica. No sin rastrear el modo en que los clásicos de la Psiquiatría planteaban su abordaje de la misma. Clásicos que opusimos tajantemente a la Psiquiatría actual del DSM IV (o similares), cuya fuerte raigambre en la Psiquiatría biológica apenas si deja lugar a otra práctica clínica que no sea decididamente farmacológica.
El abordaje de la melancolía desde las coordenadas freudianas y lacanianas nos permitió precisar de qué objeto se trata en ella y, al mismo tiempo, situar en relación a este último un punto de inspiración esencial en la invención del objeto a, por parte de Lacan.
Llevados por nuestro recorrido, donde no dejaba de insistir la alternativa de situar a la melancolía como neurosis narcisista o como psicosis, decidimos continuar con el abordaje de las psicosis y lo que en ellas hay del “rechazo del inconciente”. La paranoia, considerada tanto por Freud como por Lacan la psicosis por excelencia, fue nuestro siguiente tema. De ese modo abordamos durante los períodos 2006 y 2007 la paranoia y su articulación a la estructura, estudiando a partir de ella las dimensiones fundamentales de la estructuración subjetiva. Nuestra “carretera principal” en este recorrido fue el concepto nodal del Nombre- del-Padre y la encrucijada de la cuestión filiatoria que se articula al mismo.
El punto pivote de la paranoia nos condujo por diferentes senderos, desde los cuales interrogamos -entre otras cuestiones- las diferentes psicosis, la folie à deux como “campo paranoico de las psicosis”, el acto loco homicida y el crimen paranoico, el llamado sujeto del goce, la función de lo escrito, etc.
Proponemos hoy, para este período 2008 de nuestro seminario, volver a rizar el rulo de nuestra pregunta inicial por las estructuras clínicas.
Si el Psicoanálisis funda su clínica de la escucha en el descubrimiento del inconciente freudiano y en la invención del objeto a por parte de Lacan, es de esperarse que su operador fundamental, que es la transferencia, no sea un mero agregado a la concepción del cuadro clínico. Lacan plantea, llevando más lejos el descubrimiento freudiano, que hay una coalescencia de la estructura clínica con la transferencia definida desde su punto pivote del sujeto supuesto saber. A partir de esta formulación Lacan apunta a fundar, sin lograrlo, una nueva nosología. Pero esto deja de todos modos una huella fundamental que torsiona decisivamente la concepción del “cuadro” clínico. En un momento anterior Lacan ya habría transmitido su aspiración a fundar una nueva nosología desde el Psicoanálisis. Fue, precisamente, en su seminario sobre “El acto analítico” cuando dice que el psicoanalista estaba ya en la historia y en la estructura del sujeto como Velázquez en Las Meninas.
como ejes estas formulaciones claves (llaves) de Lacan nos proponemos abordar la estructura -y las estructuras clínicas- situándolas entre la transferencia y el acto. A continuación el programa propuesto

PROGRAMA 2008

Reunión 12/4: “Psicoanalizar… ¿un imposible?”
-Transferencia y sugestión. Los “activos ortopedistas”.
-Freud y los tres oficios imposibles: gobernar, curar y educar.
-Impotencia e imposibilidad según Lacan.
-Coalescencia de la estructura clínica con la transferencia. El sujeto supuesto saber.
-El analista en la historia y la estructura del sujeto. El deseo del analista.
Reunión 10/5: “Transferencia y estructuras clínicas”
-La neurosis como construcción. Resistencia del deseo.
-La identificación. Recubrimiento sujeto supuesto saber y sujeto del inconciente. Inversión demanda-deseo en las neurosis.
-El síntoma y su núcleo de real.
-Neurosis, perversión y psicosis: posiciones subjetivas en relación al Otro.
Reunión 14/6: “La angustia”
-Del descubrimiento del inconciente a la invención del objeto a.
-La angustia no es sin objeto o la inminencia de la castración.
-Respuesta del sujeto al che vuoi? o la dimensión del deseo en el fantasma.
-La nominación como falsa sutura y la angustia como certeza del sujeto.
Reunión 28/6: Jornada clínica
Reunión 9/8: “La lógica del acto”
-Alienación/separación: el inconciente como corte en acto entre el sujeto y el Otro.
-Alienación, transferencia y verdad. El acto analítico.
-Acerca del des-ser del sujeto supuesto saber. El deseo del analista.
Reunión 13/9: “Transferencia y dimensiones del acto”
-Las dimensiones del acto en Freud.
-Transferencia y acting out en Lacan.
-Hamlet y la procastinación del acto. La reintegración del objeto a.
-Pasaje al acto y acto.
Reunión 11/10: “Mi hija Hildegart”. Un crimen paranoico
-Aurora y la inmaculada concepción de su hija.
-La especularidad madre-hija: ¿una folie à deux?
-La ruptura del equilibrio. El crimen paranoico.
-Aurora clama por la responsabilidad de su acto.
Reunión 8/11: “Análisis terminable e… ¿interminable?”
-Lo real del sujeto. Repetición y acto.
-Acto y nominación. Lo unario y lo uniano: la bifidez del Uno.
-Amar el inconciente o la apuesta de lo real.
-El intervalo entre el sujeto del inconciente y el sujeto supuesto saber.
-La cuestión del fin de análisis en Freud y en Lacan.


TEMARIO Y BIBLIOGRAFÍA

Reunión del 12 DE ABRIL
“Tal es el horror de la relación con la dimensión del inconciente, que este movimiento pronto se hace imposible. Todo le está permitido al inconciente salvo articular luego yo soy…” (J. Lacan, La lógica del fantasma)
“Todavía estoy interrogando al psicoanálisis, sobre el fondo en que funciona. ¿Cómo puede ser que constituya una práctica que, incluso, a veces, es eficaz?…¿Acaso el psicoanálisis opera –pues de vez en cuando opera- por un efecto de sugestión?...” (Lacan- “L’insu…”)
“Psicoanalizar… ¿un imposible?”
-Transferencia y sugestión. Los “activos ortopedistas”.
-Freud y los tres oficios imposibles: gobernar, curar y educar.
-Impotencia e imposibilidad según Lacan.
-Coalescencia de la estructura clínica con la transferencia. El sujeto supuesto saber.
-El analista en la historia y la estructura del sujeto. El deseo del analista.
Bibliografía sugerida:
-S.Freud, Conferencias 27 y 28
-S. Freud, Análisis terminable e interminable
-J. Lacan, “Transferencia y sugestión” (Formaciones del inconciente: 4/6/1958)-J. Lacan; Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. -J. Lacan, “El objeto del Psicoanálisis” (clases de mayo)
-Las Meninas, Diego Velázquez (se puede acceder a la reproducción de esta pintura a través de Google-imágenes).

Reunión del 10 DE MAYO
“Los dejé la última vez en la cuestión planteada sobre el estatuto del analista. El analista, ¿puede ser simplemente el sujeto supuesto saber? Sobre la figura erguida de lo que comporta una suposición parecida, es lo que ella nos forzaría a sostener, una suerte de función fetiche del analista a la mirada de esta posición del saber...” (Lacan- "Problemas cruciales cruciales para el Psicoanálisis"- 12/5/65)
"Es este el deseo del analista en la operación: lleva al paciente a su fantasma original, es no eneñarle nada, es aprender de él cómo hacer..." (Lacan- "Problemas cruciales para el Psicoanálisis"- 19/5/65)
"Transferencia y estructuras clínicas"
-La neurosis como construcción. Resistencia del deseo.
-La identificación. Recubrimiento sujeto supuesto saber y sujeto del inconciente. Inversión demanda-deseo en las neurosis.
-El síntoma y su núcleo de real. -Neurosis, perversión y psicosis: posiciones subjetivas en relación al Otro.
Bibliografía sugerida:
-S. Freud, "Inhibición, síntoma y angustia"
-J. Lacan, "Las Formaciones del inconciente" (Reuniones: 30/4/58 y 21/5/58)
-J. Lacan, “El deseo y su interpretación" (Reunión: 10/6/59)
-J. Lacan, La identificación (Reunión: 30/6/62)
-J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.

Reunión del 14 DE JUNIO
“En último término, en el horizonte de lo que es nuestra función en el análisis, estamos allí como ello - ello, precisamente, que calla, y que calla en lo que falta en ser. Somos en último término, en nuestra presencia, nuestro propio sujeto, en el punto donde éste se desvanece, donde está tachado. Por eso podemos ocupar el propio lugar donde el paciente, como sujeto, a su vez, se borra y se subordina a todos los significantes de su demanda...” (J.Lacan, La transferencia)
“La angustia”
-Del descubrimiento del inconciente a la invención del objeto a.
-La angustia no es sin objeto o la inminencia de la castración.
-Respuesta del sujeto al che vuoi? o la dimensión del deseo en el fantasma.
-La nominación como falsa sutura y la angustia como certeza del sujeto.
Bibliografía sugerida:
-S. Freud, "Inhibición, síntoma y angustia"
-S. Freud, “Lo siniestro”
-J. Lacan, “El deseo y su interpretación" (Reunión: 13/5/59)
-J. Lacan, La Angustia (Reuniones: 9/1 y 16/1/1963)
-J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.

Reunión del 9 DE AGOSTO
“…En tanto que hay acto que se mezcla a la tarea psicoanalizante, que la sostiene, de lo que se trata es propiamente de una intervención significante. Es en lo que actúa el psicoanalista por poco que sea, pero donde se trata propiamente en el transcurso de la tarea de ser capaz de esta intromisión significante, que propiamente hablando no es susceptible de ninguna generalización que pueda llamarse saber”. (J. Lacan, El acto psicoanalítico, 17/1/68).
“La lógica del acto”
-Alienación/separación: el inconciente como corte en acto entre el sujeto y el Otro.
-Alienación, transferencia y verdad. El acto analítico.
-Acerca del des-ser del sujeto supuesto saber. El deseo del analista.
Bibliografía sugerida:
-J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis (27/5/64, 3/6/64)
-J. Lacan, La lógica del fantasma (15/2/67)
-J. Lacan, El acto psicoanalítico (17/1/68)

Reunión del 13 DE SETIEMBRE
“El estatuto del psicoanalista se apoya sobre esto: se ofrece para soportar en un cierto proceso de saber ese rol de objeto de demanda, de causa del deseo que hace que el saber obtenido no pueda ser tenido más que por lo que es: realización significante relacionada a una revelación del fantasma…”. J. Lacan - El acto psicoanalítico, 20/3/68.
“Transferencia y acto analítico”
- Re-lectura de la operación de alienación. Ello e inconciente.
- El lugar del analista en el trayecto analizante. El acto analítico.
- Acerca del des-ser del sujeto supuesto saber. El deseo del analista
Bibliografía sugerida:
- S. Freud, “Pegan a un niño”. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales (1919)
- S. Freud, Más allá del principio del placer (1920)
- J. Lacan, La lógica del fantasma (15/2/67)- J. Lacan, El acto psicoanalítico (17/1/68)

Reunión del 11 DE OCTUBRE
“Lo que llamamos ahora acto sintomático, acto fallido, a quién se le hubiera ocurrido antes de Freud, y su interrogación sobre la psicopatología de la vida cotidiana,... darle el sentido pleno de la palabra acto”
. J. Lacan- El acto psicoanalítico, 29/11/67
“No hay ninguna acción que no se presente con una punta significante de entrada,…su punta significante es lo que caracteriza al acto,…y su eficiencia como acto no tiene nada que ver con la eficacia de un hacer”. J. Lacan-El acto psicoanalítico, 10/1/68.
“Transferencia y dimensiones del acto”
-Las dimensiones del acto en Freud.
-Transferencia y acting out en Lacan.
-Pasaje al acto y acto. Bibliografía sugerida:
- S. Freud, Recordar, repetir, re-elaborar (1914)
- S. Freud, Más allá del principio del placer (1920).
- J. Lacan, La angustia (23/1, 30/1)
- J. Lacan, El acto analítico (29/11/67)
Reunión del 8 DE NOVIEMBRE
“Ser psicoanalista es estar en una posición responsable, la más responsable de todas, en tanto él es aquel, a quien es confiada la operación, de una conversión ética radical, aquélla que introduce al sujeto en el orden del deseo…”. (Lacan- Problemas cruciales, clase 5/5).
“Análisis terminable e… ¿interminable?”
- Función de la resistencia en la transferencia. Ética de la castración.
- Lo que resiste es el fantasma (nudo de goce). La angustia –en su certeza- despierta.
- Paradojas del acto psicoanalítico. Lo “incurable” en la dirección de la cura.
- Análisis terminable e… ¿interminable? Amar el inconciente o la apuesta de lo real.
Bibliografía sugerida:
-S. Freud, Análisis terminable e interminable (1937).
-S. Freud, Construcciones en el análisis (1937).
-J. Lacan, Los cuatro conceptos (capítulos XIII, XIX y XX).

OTRAS ACTIVIDADES
Tal como fuimos realizando en estos años de trabajo del Seminario en sus diferentes períodos, proponemos la realización de otras actividades que se articulan a las temáticas desarrolladas durante el ciclo. Este año, y en razón de dar otra vuelta sobre la problemática del pasaje al acto homicida, se organizará un breve ciclo de cine, luego del cual se realizaría una mesa redonda, esta vez con el tema: “La culpabilidad”. Invitaremos a participar en esta mesa a representantes de diferentes discursos: jurídico, religioso, filosófico; convocatoria, por cierto, que será realizada desde el discurso del psicoanálisis.



Actividad aprobada por la Comisión de Evaluación de Programas de Formación del Colegio de Psicólogos, de la 2da. Circ. (Pcia. de Santa Fe)Actividad anual - Frecuencia: 2° Sábados de cada mes - Horario: 9:30 a 13 hs Lugar: Colegio de Psicólogos - Dorrego 423 - Rosario
E-Mail:
crisdebiasi@yahoo.com.ar debiasicristina@gmail.com

Seminario 2007 "Paranoia y Estructura"



Dictantes: María Cristina De Biasi - Silvia Szuman - Marcelo Rapoport.




Continuar investigando en torno al denominado “campo paranoico de las psicosis” es nuestra propuesta para el período 2007. La cuestión de la escritura en la psicosis, la folie à deux, las intrincadas y diversas aristas del pasaje al acto, la pregunta por la esquizofrenia serán, entre otras, algunas de las problemáticas cuyas vías, abiertas por el trabajo del año anterior, invitamos a seguir abordando.


FUNDAMENTOS DEL PROGRAMA 2007

En virtud del recorrido realizado durante el período 2006, y de las problemáticas que fueron surgiendo en el mismo, renovamos nuestra convocatoria de trabajo e investigación clínica en torno a la paranoia y su articulación a la estructura. Definición esta última que baliza el campo de nuestra interrogación en tanto no se trata del abordaje de un “cuadro clínico”, desde un marco clasificatorio –discurso de la psiquiatría-, sino de interrogar la posición del sujeto en relación al Otro -y la ley- y, a partir de allí, interrogar la estructura. Abordaje que sólo puede realizarse una vez trazado el eje fundamental que define la clínica psicoanalítica: la transferencia.

Continuamos, por tanto, ahondando en la investigación de las diferentes estructuras clínicas, tal como fue nuestra propuesta inicial al comenzar esta experiencia de transmisión e interlocución en el año 2004.

Seguiremos este año investigando en torno al denominado “campo paranoico de las psicosis”. La cuestión de la escritura en la psicosis, la folie à deux, las intrincadas y diversas aristas del pasaje al acto – y, en particular, del acto loco homicida-, la pregunta por la esquizofrenia, serán entre otras, algunas de las problemáticas cuyas vías, abiertas por el trabajo de este año, invitamos a seguir abordando.

A mitad de año realizaremos una Jornada Clínica cuyas presentaciones estarán a cargo de participantes del Seminario. Actividad cuya finalidad es la de propiciar un espacio en el cual, quienes así lo deseen, puedan hacer escuchar fragmentos de su clínica y proponerlos a la interlocución.

Tal como lo venimos haciendo, el Seminario desarrollará también otras actividades relacionadas con el mismo. Es así que se realizará, en los meses de agosto y septiembre, un ciclo de cine y, una vez concluido el mismo, una mesa redonda. Continuaremos con el tema del acto loco homicida.


PROGRAMA 2007
Reunión 14/04: La transferencia en la psicosis
Dictante: María Cristina De Biasi
- Lógica de la transferencia- Transferencia en la neurosis y en la psicosis
- Fragmentos clínicos.
Reunión 12/05: Escritura nodal de la paranoia
Dictante: Silvia Szuman
- Teoría de los nudos. RSI y la estructura del sujeto
- Nudo e identificación. Las tres identificaciones freudianas en el nudo- Anudamientos no borromeos en las psicosis
- El nudo en la paranoia. Indistinción de los registros y forclusión.
Reunión 9/06: La pregunta por la esquizofrenia - Parte I
Dictante: Marcelo Rapoport
- Historia del término en la psiquiatría
- La esquizofrenia en Freud y en Lacan.
Reunión 30/06: Jornada clínica
- Presentación de trabajos a cargo de participantes del Seminario.
Reunión 11/08: El acto loco homicida
Dictante: María Cristina De Biasi
- Pasaje al acto en la esquizofrenia y en la paranoia.
- Agresión suicida narcisista y/o el sacrificio del sujeto en el acto homicida.
- El caso de Iris Cabezudo.
Reunión 8/09: La pregunta por la esquizofrenia - Parte I
Dictante: Marcelo Rapoport
- Historia y controversia del término en la psiquiatría.
Reunión 13/10: El “sujeto del goce”
Dictante: Silvia Szuman
- Elección sexual. Identificación sexuada
- Transexualismo- Empuje a la mujer.
Reunión 10/11: La escritura en la psicosis
Dictante: María Cristina De Biasi
- Escritura, delirio y transferencia (Schreber, Artaud, Strindberg, Wolfson)
- Escritura y pasaje al acto (Wagner, P. Rivière, Lortie)
- Fragmentos clínicos.
Reunión 1/12: La pregunta por la esquizofrenia. Parte II
Dictante:Marcelo Rapoport
- Esquizofrenia y paranoia
- La esquizofrenia y el sujeto del goce.

TEMARIOS Y BIBLIOGRAFÍA 2007.
Reunión 1/12: La pregunta por la esquizofrenia. Parte II
Dictante:Marcelo Rapoport
- Esquizofrenia y paranoia
- La esquizofrenia y el sujeto del goce
Bibliografía:
Freud-Jung, "Correspondencia"
Freud, "Introducción al narcisismo"
Freud, "Lo inconciente, cap. 3"
Freud, "Adición a la interpretación de los sueños"
Lacan, "Comentario a J. Hyppolite"Lacan, "L´etourdit" .

Reunión 10/11: La escritura en la psicosis
Dictante: María Cristina De Biasi
-Psicoanálisis, clínica de lo escrito.
-La letra en la psicosis. El fenómeno elemental.
-Escritura y delirio. Escritura y pasaje al acto.
-Fragmentos clínicos.
Bibliografía:
S. Freud, “La interpretación de los sueños”
S. Freud, “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” (caso Schreber)
J. Lacan, “La instancia de la letra en el inconciente”
J. Lacan, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis”
J. Lacan, “Lituraterre”Daniel P. Schreber, “Memorias de un neurópata”
A.Artaud, Cuadernos de Rodez
A.Strindberg, Confesiones de un loco.

Reunión 13/10: El sujeto del goce
Dictante: Silvia Szuman
- Historia y controversia del término en la psiquiatría
Bibliografía:
-"La vida sexual humana", Freud.
-"La organización genital infantil", Freud.
-"La disolución del Complejo de Edipo", Freud.
-"Algunas consecuencias psíquicas de las diferencias anatómicas de los sexos", Freud.
-"Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualifad femenina", Lacan.
-"La significación del falo", Lacan.
-Seminario V, clases 18 y 19, Lacan.
-"De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis", Lacan.
-"Seminario 18", Lacan.
-"Seminario 19", Lacan.
-"Estudios sobre el Edipo", Safouan, M.

Reunión 8/09: La pregunta por la esquizofrenia - Parte I
Dictante: Marcelo Rapoport
- Historia y controversia del término en la psiquiatría
Bibliografía:
-P. Bercherie, “Fundamentos de la clínica”.

Reunión 11/08: El Acto Loco Homicida
Dictante: María Cristina De Biasi
- Acto paranoico y delirio
- El caso de Iris Cabezudo
Bibliografía:
-Raquel Capurro - Diego Nin, “Extraviada”
-María Cristina De Biasi, “El caso Wagner”, “Acto loco y responsabilidad subjetiva” y “El doble crimen de las hermanas Papin” (Síntesis en Seminario "Paranoia y Estructura" Período 2006, reuniones 8/4 -Parte II-, 12/8 y 14/10, respectivamente).
Reunión 9/06: La pregunta por la esquizofrenia - Parte I
Dictante: Marcelo Rapoport
- Historia del término en la psiquiatría
- La esquizofrenia en Freud y en Lacan
Bibliografía:
P. Bercherie, “Fundamentos de la clínica”
S. Freud, Lo inconciente
J. Lacan, Seminario III
M.C.De Biasi, Presentación Clìnica: Fragmentos clínicos correspondientes a la reunión del 14/4 (“La transferencia en la psicosis”).

Reunión 12/05: Escritura nodal de la paranoia
Dictante: Silvia Szuman
- Teoría de los nudos. RSI y la estructura del sujeto
- Nudo e identificación. Las tres identificaciones freudianas en el nudo
- Anudamientos no borromeos en las psicosis
- El nudo en la paranoia. Indistinción de los registros y forclusión
Bibliografía:
J. Lacan, "Lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real" (1953) J. Lacan, "Seminario XXII: RSI" (1974-1975)
J. Lacan, "Seminario XXIII: El Sinthome" (1975-1976).

Reunión 14/04: La transferencia en la psicosis
Dictante: María Cristina De Biasi
- Lógica de la transferencia- Transferencia en la neurosis y en la psicosis- Fragmentos clínicos
Bibliografía:
S. Freud, Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Schreber).
J. Lacan, De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis.
J. Lacan, La dirección de la cura.
J. Lacan, La transferencia (Clases 10 y 11)
J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis.
C. Soler, Estudios sobre las psicosis.

SINTESIS 2007.

Reunión 14/4: La transferencia en la psicosis
Dictante: María Cristina De Biasi.

1- LA TRANSFERENCIA EN LA NEUROSIS
La transferencia: una forma particular de la resistencia….
Abordamos el tema de la transferencia en la psicosis comenzando, durante la primera parte de nuestra reunión, articulando los conceptos que permiten ir hilvanando su lógica en el campo de la neurosis. Precisamente, para dar cuenta de la inutilidad de trasladar el modelo de la transferencia en las neurosis al campo de las psicosis.

Dice Lacan, en referencia a la instauración del espacio transferencial en la neurosis, que el sujeto no teme tanto encontrarse con un Otro engañador, más bien: “lo que más limita la confianza del paciente, su entrega a la regla analítica, es la amenaza de que el psicoanalista se deje engañar por él”. Que se deje engañar por lo que articula su demanda. Algo allí resiste.

La pregunta que hilvanó nuestro recorrido fue: ¿qué es aquello que resiste?

Abordamos la transferencia por la punta conceptual de la resistencia. Examinamos por tanto las dos concepciones que podemos encontrar en Freud sobre la resistencia, solidarias al mismo tiempo de dos concepciones diferentes de la transferencia que se pueden desprender de sus recorridos textuales.

Una de estas concepciones es la que opone la resistencia a la transferencia, y vimos cómo, a través de ella, la transferencia queda asimilada a la sugestión. Decía Freud en una reunión de la Sociedad Psicoanalítica de Viena que si el paciente vence las resistencias y acepta nuestra interpretación para complacernos, entonces nuestras curas son curas de amor, y la analogía con las curas hipnóticas se torna patente.

Sin embargo, otra concepción de la resistencia cobra cuerpo en sus Escritos técnicos, en los cuales serán retomadas ciertas articulaciones que él ya había introducido en Psicoterapia de la histeria. Y esta otra concepción tendrá consecuencias decisivas al permitir situar la transferencia como una forma particular de la resistencia. Será esta vía la que Lacan retomará en su forjamiento del concepto de transferencia, y que permitirá despejar su diferencia radical con la sugestión.

El amor de transferencia ya no será aquello que permite vencer la resistencia, sino la resistencia misma por la que despunta la transferencia. Pero ¿qué hay detrás del amor de transferencia -por donde el analista es convocado a ocupar el lugar del ideal del yo-?

Freud teorizará en torno al amor –y, por tanto, al amor de transferencia-, ubicándolo en relación al campo del narcisismo. Destacará el proceso de idealización en el amor, por el cual el objeto (amoroso, en principio) tiende a ubicarse en el lugar del ideal del yo. En el extremo de este proceso se encuentran ciertos fenómenos que él pondrá en serie: la hipnosis, la masa, el enamoramiento, los cuales se sitúan en relación a un mismo punto en la estructura: allí donde el objeto coincide con el ideal del yo (el objeto x en el esquema de Freud de Psicología de las masas). En ese punto no hay resistencia.

Sin embargo la sugestión más lograda no logrará nunca apoderarse totalmente del sujeto. ¿qué resiste allí?. Lo que resiste es el deseo –dice Lacan- y, agreguemos, ese lugar por donde el deseo se regula imaginariamente: el fantasma. Regulación, por cierto, fálica.

Sólo una teoría del fantasma puede dar cuenta de la transferencia…

Se pondrá en juego en el fantasma una identificación muy particular. De esta identificación hablará Lacan en La Dirección de la cura cuando plantee en relación al objeto parcial que el sujeto es dicho objeto en la fantasía fundamental. Y esta identificación subyace o está vehiculizada por los significantes “regresivos” de la demanda -en análisis-.

Dos articulaciones novedosas despuntan en este último texto: la identificación del sujeto al objeto parcial y la noción deseo del analista. Y será precisamente en la confluencia de estas dos articulaciones que una teoría del fantasma comienza a esbozarse, adquiriendo progresivamente otros desarrollos que permitirán situar su lógica.

La teoría del fantasma en Lacan nos permite operar una lectura sobre qué es aquello que, a nivel de la estructura, está en juego en la idealización del amor. Por donde se vislumbrará que detrás del amor de transferencia lo que hay es la sujeción del deseo del paciente al deseo del analista.

Por tanto, ese punto ideal en el campo del Otro desde donde el sujeto busca verse como amable – “proponiéndole al analista, consigo mismo, esa falsedad esencial que es el amor”-, allí donde el analista es convocado al lugar del ideal del yo, está sostenido -en otra parte- por esta particular identificación al objeto.

Dicha identificación es la que abre (y no que cierra) la secuencia de la transferencia. La transferencia se genera a partir del momento en que, como respuesta al che vuoi?, al deseo del Otro, el sujeto empiece a poner en juego estos objetos que él es en la fantasía fundamental y que suponen ya una interpretación del deseo del Otro –traducido como demanda-. Identificación no especular. Estas respuestas constituyen un saber del que no dispone el sujeto, forjado a sus espaldas, y que retornará en la figura del sujeto supuesto (al) saber atribuido al analista.

El analista es convocado al lugar del sujeto supuesto (al) saber en la medida misma en que él es el objeto de la transferencia, por donde el sujeto vehiculizará su pregunta en torno a qué objeto es él en el deseo del Otro. Lo que el sujeto interroga, sin saberlo, son sus propias respuestas fantasmáticas al deseo del Otro que lo han constituido a él mismo en tanto deseante. En el encuentro amoroso esta pregunta permanece velada.

Recorrimos en este punto la demanda de Alcibíades hacia Sócrates; y el lugar de Sócrates quien, al no entrar en el simulacro de lo amable, se convierte para Alcibíades en el objeto más enigmático: el agalma. Lacan descubre en el agalma el brillo fálico del objeto parcial-. Alcibíades quiere obtener de Sócrates su saber sobre esos agalmas que, en verdad, él ha puesto en Sócrates. Manteniendo esta x –Sócrates no da los signos de su deseo-, que es la función misma del deseo del analista, se podrá entonces interrogar la transferencia.

Enlazamos esta dialéctica identificatoria que se pone en juego en el espacio analítico a las operaciones de alienación y separación, las cuales darán su fundamento a la lógica del fantasma. Operaciones cuya articulación supone la eficacia de la metáfora paterna: instancia de la letra en el inconciente, que abre al juego de la significación en el fantasma. La operación de la metáfora paterna implica que la falta en ser constitutiva de todo sujeto se ha inscripto como falta en ser el falo materno: el agujero de la falta en ser se ha simbolizado como castración - –Fi indica lo que faltará siempre en el ser-. Y, consiguientemente, el movimiento de la significación se orientará fálicamente.

La paradoja del deseo o “lo que resiste es el fantasma”…
Ahora bien, lo que el sujeto introduce con su demanda al analista –demanda en cuyo horizonte está siempre la demanda de amor- no es sino la paradoja del deseo, por donde este último resiste a ser asimilado a la Demanda. Por esta vía retomamos nuestro punto de partida: más allá de la dimensión de engaño que se introduce por la vía del amor de transferencia, persiste en el sujeto la amenaza de que el analista se deje engañar por lo que se articula en su demanda.

El fantasma de seducción nos sirvió de ejemplo para situar precisamente cómo el sujeto cuando goza de esa particular manera en realidad lo que hace es retroceder ante la supuesta Demanda del Otro. El fantasma se construye en esta tensión entre la demanda y el deseo. Entre lo articulable del deseo en la demanda y lo no articulado. El deseo en definitiva –inconciente e indestructible- a lo que resiste es a ser asimilado a la Demanda –la del propio sujeto en su anudamiento a la demanda del Otro-.

Y en este punto paradojal del deseo se construye el síntoma en análisis. Vimos a través de un fragmento clínico cómo un determinado síntoma, articulándose en la dimensión equívoca del significante, promovía una apertura al fantasma en el cual arraigaba. Apertura y cierre, por cierto, que hay que situar en términos de la pulsación temporal del inconciente.

Una neurosis está construida –dice Lacan- para mantener algo articulado que se llama deseo. La fijación (al objeto pulsional en el fantasma) intenta retener algo que de otro modo escaparía -y esto da cuenta de las dificultades del sujeto con su deseo-. “Mantenimiento del deseo gracias al cual el sujeto está dividido; y si ya no es un sujeto dividido, está loco”.

Lo que se entre-dice en la demanda (desde la paradoja del deseo que la constituye) requiere una lectura y apunta al tercero oyente en que me constituyo -en tanto analista-, desmarcándome del lugar del ideal del yo al que fui convocado.

El sujeto –sin saberlo- tapizará el camino del amor de transferencia con sus sucesivos agalmas: respuestas interpretativas en relación al deseo del Otro tendientes a taponar su falta. Pero, y al mismo tiempo, el deseo resiste a ser asimilado a la Demanda. Agalmas –objeto parcial en el fantasma- que mantienen al tiempo que velan la falta en ser constituyente. El analista allí, al igual que Sócrates, ofrece su silencio. Apuntando por tanto, en el límite de su acto, a cierto develamiento de la falta en ser más allá de sus recubrimientos agalmáticos.
¿Con qué responde entonces el analista a la transferencia? Con el deseo del analista definido única y esencialmente por el mantenimiento de esa x, de esa incógnita, que lo constituye como tal. La maniobra fundamental del analista consiste en mantener la distancia entre ese punto I –a partir del cual es convocado al lugar del ideal del yo- y ese otro punto donde el sujeto se ve causado como carencia -falta en ser constituyente- por el objeto que Lacan llamará a. Maniobra que lo distinguirá definitivamente de toda sugestión.


2- LA TRANSFERENCIA EN LA PSICOSIS
La paranoia fragmenta, des-potencia…
Precisamos en esta segunda parte del recorrido nuestra pregunta. Si el sujeto en la psicosis –el cual se localiza a través de sus síntomas- supone que ciertos elementos de estructura no estarán en función, dada la forclusión del nombre del padre; entonces, cabe que nos preguntemos cómo se posicionará el psicótico en relación al Otro y qué lugar nos espera en la transferencia. ¿qué Otro, en definitiva, está en juego?


Para Freud no hay transferencia en la psicosis. Sin embargo, sus diferentes textos respecto de la psicosis no dejan de aportarnos cuestiones claves para entender, en todo caso, de qué transferencia se trata en la psicosis. Hicimos una lectura de una nota en el texto sobre Schreber donde Freud no puede dejar de situar ese Otro en juego en la psicosis como revestido de un poder absoluto. Poder de goce sobre el sujeto, si seguimos el mismo texto de Schreber. Al mismo tiempo, y reparando sobre el mecanismo de des-multiplicación de las figuras en el delirio de Schreber, él lo explicará como tendiente a des-potenciar la extrema sustantividad que ha alcanzado la figura del médico para el psicótico. Freud, allí mismo, contrapone la labor del delirio y la de la fantasía en la neurosis.


Por tanto, nuestra lectura de dicha nota nos permitió situar las dos coordenadas fundamentales que nos introducen a un planteamiento posible de la transferencia en la psicosis: la extrema sustantividad del Otro y el trabajo del delirio tendiente a acotar esta potencia, a des-potenciar.


El psicótico resiste mal a la transferencia…
Partimos entonces de este poder atribuido a un Otro, poder de goce sobre el sujeto. Czermak decía que, contrariamente a lo que Freud sostenía en cuanto a que no hay transferencia en la psicosis, el psicótico resiste mal a la transferencia, queda tomado –tragado- por ella, y por el poder atribuido al Otro.


Lo cual nos re-envía a nuestra afirmación acerca de la transferencia como una forma particular de la resistencia en la neurosis, y a establecer una primer diferencia respecto del sujeto psicótico. Lo que resiste -decíamos antes- es el fantasma, y vimos allí cómo dicha resistencia pone en juego también una forma particular de defensa del deseo a ser asimilado a una demanda; y es en esa vía particular de la resistencia que se estructura la transferencia en la neurosis. Ubicamos en el fantasma dicho factor de resistencia que modula la demanda transferencial de una determinada manera en la neurosis. En la psicosis, en cambio, ese factor de resistencia no está en función, no está operando en la demanda dirigida al Otro.


La forclusión del nombre del padre implica precisamente que la marca fálica no está en función, con lo cual todos los elementos de estructura que estamos analizando se verán trastrocados.
En tanto la falta en ser del sujeto no es simbolizada como castración las operaciones que dan lugar a la constitución del fantasma –alienación y separación- no se pondrán en juego. La falta en ser no será simbolizada como falta en ser el falo materno y, en consecuencia, la significación carecerá de orientación fálica.


El sujeto en la neurosis cree en el Otro. Su búsqueda está suspendida del deseo del Otro. Cree, supone, que hay un sujeto en el lugar del saber en torno al deseo. El psicótico no cree en el Otro. Freud sitúa precisamente “la desconfianza” como el síntoma primario en la paranoia. No debemos confundir, entonces, la sustantividad que el Otro tiene para el psicótico con la creencia en un Otro, al que se le presta acuerdo y fe.
En el sujeto psicótico no hay esta suposición de un sujeto en relación al saber en cuanto al deseo, hay por el contrario una certeza: que el Otro quiere gozar de él, que el Otro goza de él. Del lado del Otro hay un saber absoluto respecto del goce -en relación a su goce- y la certeza del sujeto psicótico es que él es el objeto absoluto de este goce.


Correlativamente el objeto a no está en el campo del Otro articulándose a la falta en ser del sujeto. Como dice Lacan el psicótico tiene el objeto a en el bolsillo, siempre presto a ponerlo-se en juego en relación al goce del Otro. Que el sujeto psicótico, sólo reconocible a través de sus síntomas, esté habitado por voces, cuando no invadido por presencias o por una mirada de la que no puede sustraerse, nos habla en verdad de la no sustracción del objeto a, ni como una parte perdida de sí mismo, ni como representante de su falta en ser o del deseo del Otro. Nos habla de la no caída del objeto a, como resto de la operación que se produce en el encuentro del sujeto con el deseo del Otro. No cumplirá su función de núcleo elaborable del goce en la regulación fantasmática del deseo.


La defensa psicótica no es el fantasma neurótico. El trabajo del delirio…


Seguramente estamos tentados de parangonar la función del fantasma en la neurosis con el delirio en la psicosis. Pero, precisamente la resistencia neurótica no es la defensa psicótica. Como hemos visto la dimensión del fantasma en la neurosis se articula, en el trabajo analítico, a la dimensión de la equivocidad significante del inconciente –formaciones del inconciente-. En la psicosis esta equivocidad está estructuralmente ausente. Baste recordar “Las neuropsicosis de defensa…” donde Freud sitúa la proyección en la paranoia. Son los propios pensamientos del sujeto los que se escuchan en las voces como proviniendo del Otro. La fuente de enunciación es radicalmente expulsada hacia fuera, es puesta en el Otro, el cual a partir de allí se constituye en persecutorio.


Esta proyección supone entonces no un sujeto divido en su palabra, en cuyos enunciados se denuncia una enunciación, sino un sujeto que es hablado en el Otro, por el Otro, en esas voces que le hablan al sujeto. La equivocidad significante en la neurosis supone un sujeto no sustancializado y que sólo puede ser representado por un significante para otro significante. Espaciamiento significante que es también una apertura al fantasma.


En la psicosis la proyección de la fuente de enunciación en el Otro producirá un sujeto no dividido en este espaciamiento significante y representado por él. Incluido en el Otro, gozado por el Otro, sus enunciados tienden a holofrasearse. Fracaso de la división del sujeto y de su coordinación con el objeto.


En su Introducción a la versión francesa de las Memorias del presidente Schreber Lacan diferencia el sujeto del significante refiriéndolo a la neurosis, del sujeto del goce que está en juego en la psicosis.
Será precisamente en relación a la perplejidad inicial –vacío de significación- que el trabajo del delirio tendrá una función de defensa y de restitución, intentando significantizar el goce deslocalizado. En este sentido, como dice C. Soler, hay que distinguir al psicótico “mártir del inconciente” –expresión de Lacan en el seminario III- del psicótico trabajador y donde la eficacia del sujeto se evidencia en ese trabajo de auto-elaboración implicado en el delirio.


Decíamos recién que la resistencia neurótica no es la defensa psicótica. Mientras el fantasma supone una resistencia del deseo a ser asimilado a la demanda y es con esto con lo que trabaja un psicoanálisis haciendo caer en el límite de su acto a ese sujeto supuesto al saber; el delirio no modifica la certeza del sujeto sino que trabaja desde ella acotando o intentando acotar el goce deslocalizado, a través de un trabajo de significantización. La significantización acota el goce del Otro del que está cierto el psicótico, sin erradicar la certeza misma.


La erotomanía de transferencia…
Cuando Lacan sitúa el sujeto del goce en relación a la psicosis va a situar también como la problemática central del tratamiento la erotomanía de transferencia. Podemos decir que es la forma que adopta el amor en la transferencia en juego en la psicosis. Pero una vez más nada tiene que ver este amor con el amor de transferencia en la neurosis.


Se trata en la psicosis, dice Lacan, de un amor muerto. Y mortificante: la erotomanía divina de Schreber se vinculaba a un dios –Otro absoluto- que sólo sabía tratar con cadáveres.


La erotomanía que puede ser predominante o no en la transferencia en la psicosis se opone punto por punto al amor de transferencia en la neurosis. Señalemos fundamentalmente dos cuestiones. En primer lugar, se trata en la erotomanía de un “yo lo amo, porque él –o ella- me ama”, si tenemos en cuenta las reversiones gramaticales en el delirio tal como las plantea Freud. Y, en segundo lugar, el postulado erotomaníaco -según de Clerambault- va a sufrir una evolución que desemboca en desengaño y el consecuente odio que convierte al Otro –primeramente amado- en un perseguidor. El destino entonces de la erotomanía no es ajeno a la persecución.


Abordamos también la diferencia entre esta erotomanía de transferencia y la erotomanía en tanto puede ir constituyendo la trama de una metáfora delirante en la cual la significación logra cierta suplencia de la significación fálica ausente. Podemos recordar acá lo que Lacan llama la erotomanía divina en Schreber y, más precisamente, en relación a un cierto momento de apaciguamiento cuando se constituye esta meta, diferida ad infinitum, de ser la mujer de Dios como principio ordenador del universo. El delirio acá logra, aunque sea momentáneamente, cumplir una función restitutiva.


Tenemos por un lado, entonces, el trabajo de la psicosis tendiente a significantizar –localizar- el goce del Otro, y la consecuente posibilidad de que este trabajo –que también puede ser solitario- se inserte en un espacio de escucha analítica; y, por otro, cierta inevitabilidad de la erotomanía de transferencia en el trabajo con pacientes psicóticos. Podemos acá situar la primera vía como posibilitante de un trabajo con el paciente psicótico, mientras que la segunda puede transformarse en su mayor obstáculo.


Las dos vías posibles para situar al Otro en la transferencia psicótica…


Vemos entonces que dos son las vías posibles – a grandes rasgos- para un Otro posible en la transferencia en la psicosis. Estas dos vías, que Maleval sitúa muy claramente a partir de los aportes iniciales de M. Silvestre y de las precisas elaboraciones de Colette Soler al respecto, pueden definirse según el esquema que Lacan construyó en “De una cuestión preliminar…” para situar la estructura. El Esquema R y el esquema I que sitúa esos mismos términos de la estructura pero cuando no ha operado la función paterna.
En el Esquema R los tres vértices del triángulo simbólico vienen a situar tres lugares distintos del Otro. No es lo mismo M en tanto significante del objeto primordial, que I como ideal del yo y que P en tanto el nombre del padre en el lugar del Otro. El esquema I viene a indicar cómo en este punto donde no está en función el nombre del padre, el vértice correspondiente a este último se aplana, se pliega sobre este otro vértice que es el ideal del yo. Quedando entonces M e I como los dos lugares posibles para el Otro en la transferencia.
Antes de ceñir más específicamente estos dos lugares recorrimos algunas precisiones realizadas por C. Soler.
Ella nos dice que se le ofrece al analista el sitial del perseguidor, del que sabe y al mismo tiempo goza. Quedará así situado como un Otro al que se le atribuirá un saber sobre el goce, demandándole en consecuencia que haga de oráculo o que legisle. Si el analista se instala allí sobreviene o más bien se confirma una erotomanía mortífera.
El silencio de abstención cuando el analista es solicitado en este lugar, es una negativa a predicar sobre el ser del sujeto –en el sentido de un “tú eres…” o lo que está en su lugar-, dejando el campo abierto a la construcción del delirio. Es un abstenerse de la respuesta cuando en la relación dual se llama al analista a suplir para el sujeto, por medio de su decir, el vacío de la forclusión y a llenar este vacío con sus imperativos. Abstención que le permitirá ocupar el lugar de testigo, al que se le supone no saber, no gozar.
Claro que cuando la erotomanía mortífera ha entrado en la escena de la transferencia de un modo predominante el lugar de testigo no será suficiente para contrarrestarla.


Colette Soler propondrá dos tipos de intervenciones: la primera quedará definida entonces por la abstención a esa solicitación a responder como oráculo o legislador y, en ese sentido, podrá ubicarse como testigo; y el segundo modo de intervención apuntaría a cierta orientación de goce, intervenciones tendientes a acotar, a construir cierta barrera al goce.


Maleval va a situar, según el esquema I, los dos polos simbólicos a partir de los cuales el psicótico puede proceder a una reconstrucción de la realidad, teniendo en cuenta el pedido que pueda dirigirnos. En uno de ellos: I, ideal del yo donde el sujeto apela “a significantes adecuados para organizar el trastorno de su mundo”; en el otro, M, “el significante del objeto primordial”, donde existe el riesgo de que se manifieste el deseo del Otro. De lo que se trataría entonces es de evitar consolidar la posición del analista en M, lugar en el cual se desataría o confirmaría una erotomanía mortificante.


Podríamos decir que, contra-restando toda posición del analista en M, los distintos modos de intervención del analista planteados por Soler decantan hacia I (ya sea el silencio testigo, como el apuntalamiento del límite).
Diferenciar estos dos lugares como destinos posibles para el analista en la transferencia en la psicosis tiene una cierta correspondencia -o correlato- con esta otra distinción: que el analista esté incluido en el delirio o que no lo esté. Los fragmentos clínicos que voy a comentar ponen en juego esta correlación.
En cuanto al primer caso –una mujer que llamaremos Sonia-, mi lugar se jugó casi por completo en M al tiempo que me incluía en su delirio. Un delirio deshilachado, no sistematizado, con tintes decididamente persecutorios y erotomaníacos. Oscilando –sin dialéctica-, veremos cómo, de un otro especular a un Otro gozador, como lugares que me eran destinados, casi sin margen de maniobra posible.
En el segundo caso -sujeto al que llamaremos José Luis- mi lugar fue radicalmente distinto y de entrada también el margen de maniobra. Decantándose más mi posición hacia I. Correlativamente no estaba yo incluida en su delirio en términos de su Otro persecutorio o su Otro de la erotomanía. Mientras él podía entrar –por ejemplo- en ciertos diálogos alucinatorios con estos Otros, yo permanecía como un testigo a quien se le pedía una escucha, a quien contarle esto que alucinatoriamente se le imponía. Silencio testigo que posibilitaba, al menos en parte, velar o enmascarar el enigma angustiante del goce del Otro.


Actividad aprobada por la Comisión de Evaluación de Programas de Formación del Colegio de Psicólogos, de la 2da. Circ. (Pcia. de Santa Fe)Actividad anual Lugar: Colegio de Psicólogos - Dorrego 423 - Rosario
E-Mail:
crisdebiasi@yahoo.com.ar debiasicristina@gmail.com

Seminario 2006 "Paranoia y Estructura"

Dictantes: María Cristina De Biasi - Silvia Szuman - Marcelo Rapoport



Vigente nuestra propuesta de investigar las diferentes estructuras clínicas anunciamos para el período 2006 de este Seminario el próximo punto de nuestro recorrido: la paranoia y su articulación a la estructura. Camino en el cual interrogaremos también, desde las conceptualizaciones forjadas por el Psicoanálisis, el saber de la Psiquiatría, tal como ha sido nuestro propósito inicial.



“El texto de Schreber es un gran texto freudiano…La soltura que se permite Freud en este asunto es simple pero decisiva: introduce en él al sujeto en tanto tal, lo cual significa no evaluar al loco en términos de déficit y de disociación de funciones…La polaridad entre el sujeto del goce y el sujeto que representa el significante para un significante siempre otro, ¿no es acaso esto lo que nos permitirá una definición más precisa de la paranoia…?”. Jacques Lacan, “Presentación de la traducción francesa de las Memorias del Presidente Schreber”



FUNDAMENTOS DEL PROGRAMA 2006


Conforme nuestra propuesta inicial(1) de investigar las diferentes estructuras clínicas desarrollaremos, en el marco de este Seminario, el próximo punto de nuestro recorrido: "la paranoia y su articulación a la estructura". Camino en el cual interrogaremos también, desde las conceptualizaciones forjadas por el Psicoanálisis, el saber de la Psiquiatría.

Se abordarán en su recorrido los puntos claves, en cuanto a la estructura, a los que la paranoia nos remite. La cuestión del Padre se torna central y a ella se anudarán los efectos de su transmisión en el orden subjetivo. De sus avatares se desprenderán diferentes consecuencias entre las cuales daremos un lugar destacado en nuestros desarrollos a las "locuras parricidas". Con lo cual tocaremos tangencialmente el campo de la criminología. El concepto de superyó se tornará aquí esencial.

La paranoia nos permitirá acercarnos también a una noción clave surgida de la nosografía clásica: "la folie a deux", para situar a partir de la misma "el campo paranoico de las psicosis". Despejaremos en este contexto, como en el anterior, la noción de "herencia" para el Psicoanálisis, fuera de toda connotación biologista.

La "folie a deux" nos abrirá, del mismo modo, el camino para plantear ese anudamiento conflictivo madre-hija que puede conducir a la futura paranoia en la mujer, tal como lo señalara Freud, y que nos permite hablar de "locuras maternales".

En el camino de estos desarrollos se tornarán esenciales los puntos tendientes a despejar, a nivel de la estructura, las nociones de delirio y alucinación, tanto como el abordaje del tema del cuerpo en las psicosis.

Los casos paradigmáticos que hemos elegido trabajar estarán articulados a los diferentes aspectos de estructura que queremos destacar. Entre ellos: Ernst Wagner (y su psiquiatra, Gaupp), Schreber (y Flechsig), Margarita (y Lacan). Esta manera de presentarlos supone ya atender a algo fundante del campo del Psicoanálisis: la noción de transferencia.

El primero de estos tres será trabajado a la luz del caso del crimen del cabo Lortie tal como lo ha desarrollado Pierre Legendre en su Lección VIII. Se articulará también a dicho contexto el caso del parricida Pierre Rivière.

Schreber nos permitirá articular la inflexión fundamental que se produce desde el psicoanálisis en el entendimiento y abordaje de la paranoia.

Margarita Anzieu, llamada Aimée por Lacan, junto a las hermanas Papin nos permitirán enmarcar las "locuras maternales".

Todos estos recorridos estarán balizados por los desarrollos de Freud y Lacan. Trataremos de ir despejando los diferentes aportes de uno y de otro, así como los cambios en el interior mismo de cada uno de dichos desarrollos.

Tal como lo hemos planteado inicialmente las presentaciones clínicas, a cargo de los participantes del seminario, ocuparán un lugar destacado en la articulación de las diferentes temáticas.
(1) Consultar los Fundamentos Generales


PROGRAMA 2006

8/04: "La paranoia y su articulación a la estructura"
Dictante: María Cristina De Biasi
- Qué nos aporta el saber de la psiquiatría: recorrido histórico en torno al surgimiento de este "cuadro". El debate sobre la paranoia
- La paranoia en el discurso de Freud y en el de Lacan. Diferencias
- Qué cuestiones de estructura pone de relieve la paranoia. Su vínculo estructural con la melancolía.
- El "campo paranoico de las psicosis" o una nueva lectura de la "folie a deux"
- Un caso paradigmático: Wagner. Diferencias con Schreber.
13/05: "La metáfora paterna"
Dictante: Marcelo Rapoport
- Metáfora paterna
- Forclusión del nombre del padre
- Función de la injuria
- Lógica del delirio
- La transferencia en el sujeto psicótico.
10/06: "Los fenómenos elementales"
Dictante: Silvia Szuman
- de Clérambault: primer diagnóstico estructural desde la psiquiatría
- Triple automatismo mental.
- Lacan y de Clérambault
- Alucinación y delirio- Transferencia y delirio.
1/07: "Daniel Paul Schreber, testimonio de una paranoia"
Dictante: Graciela Berraute
- El asesinato del alma
- Ser la mujer de Dios
- Milagro de los pájaros que hablan
- El crepúsculo del mundo.
12/08: "Acto loco y responsabilidad subjetiva"
Dictante: María Cristina De Biasi
- Ley simbólica y ley superyoica. Superyó en la psicosis
- Pasaje al acto homicida. El parricidio según Pierre Legendre
- Variantes del acto loco: E. Wagner y P. Rivière a la luz del crimen del cabo Lortie.
9/09: "Cuerpo y goce"
Dictante: Marcelo Rapoport
- Fantasma homosexual en la paranoia. El empuje- a- la- mujer
- La disgregación de órganos
- Diagnóstico diferencial.
14/10: "Paranoia y sexuación"
DictanteS: María Cristina De Biasi-Silvia Szuman
- Paranoia en la mujer. Freud y el odio separador en la relación madre e hija.
- La locura maternal en el marco de la "folie a deux".
- Margarita. Las hermanas Papin.
11/11: "Escritura nodal de la paranoia"
Dictante: Silvia Szuman
- Teoría de los nudos
- El nudo en la paranoia.

TEMARIOS Y BIBLIOGRAFÍA 2006.

Reunión 11/11: “Paranoia y sexuación”- Parte II Dictante: Silvia Szuman
- Paranoia en la mujer. Freud y el odio separador en la relación madre e hija
-El caso “Aimée”
- La folie à deux, su dimensión estructural. Locura comunicada, locura simultánea. Delirio. Estadio del espejo, identificación narcisista
- El empuje-a-la-mujer.
Bibliografía:
Freud, S.- "La femineidad"
Freud, S.- “Sobre la sexualidad femenina”
Lacan, J. - "El caso Aimée o La paranoia de autocastigo"- Tesis Doctoral
Lacan, J. - “La familia”
Lacan, J. - “Los escritos técnicos de Freud”, cap. 10
Lacan, J. - “El sinthome”, cap. 5
Allouch, J. - “Marguerite, Lacan la llamaba Aimée".
- Presentación clínica a cargo de Natalia Cristiá- Psicoanalista.

Reunión 14/10: “Paranoia y sexuación” Dictantes: María Cristina De Biasi - Silvia Szuman
- Paranoia en la mujer. Freud y el odio separador en la relación madre e hija
- La locura maternal en el campo de la folie à deux- El empuje-a-la-mujer.
- Margarita. El crimen de las hermanas Papin
Bibliografía:
Freud, S.- "La femineidad"
Freud, S.- “Sobre la sexualidad femenina”
Lacan, J. - "El caso Aimée o La paranoia de autocastigo"- Tesis Doctoral.
Lacan, J.- “Motivos del crimen paranoico”
Allouch, J. - “Marguerite, Lacan la llamaba Aimée".
Allouch, Porge, Viltard – “El doble crimen de las hermanas Papin”.

Reunión 9/09: “Cuerpo y goce”
Dictante: Marcelo Rapoport
1- El fantasma homosexual en Freud.
2- Del goce deslocalizado, efecto de la forclusión, al empuje a la mujer.
3- La regresión tópica al estadio del espejo asociada a la agresividad.
4- Las formulas cuánticas de la sexuación en relación a La mujer.
5- La desintrincación pulsional voz y mirada.
Bibliografía:
- Freud, Caso Schreber
- Lacan, Las psicosis, seminario III
/Una cuestión preliminar, Escritos 2
/El estadio del espejo como formador de la función del yo, Escritos 1
/ La agresividad en psicoanálisis, Escritos 2
/La angustia, Seminario10
/Los 4 conceptos fundamentales, seminario 11
/Encore, seminario 20
/L Etourdit
En vinculación con el tema de “las locuras parricidas” se llevarán a cabo dos actividades:1) 8/9, 15/9, 22/9 y 27/9: Breve ciclo de cine 2) 21/10: Mesa redonda con la participación de psicoanalistas, criminólogos, periodistas y profesionales de otras disciplinas.
Reunión 12/08: “Acto loco y responsabilidad subjetiva”
Dictante: María Cristina De Biasi
- Ley simbólica y ley superyoica. Superyó en la psicosis
- Pasaje al acto homicida. El parricidio según Pierre Legendre
- Variantes del acto loco: E. Wagner y P. Rivière a la luz del crimen del cabo Lortie.
Bibliografía:
- S.Freud, “Tótem y tabú”
- S. Freud, “El yo y el ello”
- J. Lacan, “Introducción teórica a los aportes del Psicoanálisis en Criminología”
- P. Legendre, El crimen del cabo Lortie
- R. Gaupp, E. Wagner
- M. Foucault, “Yo, Pierre Rivière…”

Reunión 1/07: “Daniel Paul Schreber, testimonio de una paranoia”
Dictante: Graciela Berraute
- El asesinato del alma
- Ser la mujer de Dios
- Milagro de los pájaros que hablan
- El crepúsculo del mundo.
Bibliografía:
-S. Freud, “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” (caso Schreber)
- Daniel P. Schreber, “Memorias de un Neurópata”
- J. Lacan, Seminario 3: “Las psicosis”
- J. Lacan, Escritos 2 “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”
Reunión 10/06: “Los fenómenos elementales”Dictante: Silvia Szuman- de Clérambault: primer diagnóstico estructural desde la psiquiatría - Triple automatismo mental.- Fenómeno elemental, experiencia enigmática.- Lacan y de Clérambault- Alucinación y delirioBILBIOGRAFÍA:- de Clérambault, G.G.: “Automatismo mental. Paranoia”, ed Polemos.- Lacan, J. Seminario 3 “Las psicosis”- Lacan, J. Escritos 2 “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”- Lacan, J. Seminario 23 “El síntoma”, clase 7
Reunión 13/5: La metáfora paternaDictante: Marcelo Rapoport-La estructuración del sujeto. Metáfora paterna-La forclusión del significante del nombre del padre en el Otro.-La función de la injuria.-Metáfora delirante.-Primeras consideraciones en torno a la transferencia en la psicosis.BILBIOGRAFÍA:- J. Lacan, Seminario III: “Las psicosis”. - J. Lacan: Seminario V: “Las formaciones del inconciente”. Capítulos: VIII, IX, X y XI.- J. Lacan, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”. (Escritos 2, Siglo XXI editores, 1978)- J. Lacan, “La metáfora del sujeto”. (Ediciones Homo Sapiens, 1978)
8/04: "La paranoia y su articulación a la estructura"Dictante: María Cristina De Biasi
-La paranoia en Freud y en Lacan-Recorrido por la Psiquiatría-Qué cuestiones de estructura pone de relieve la paranoia-Función del Padre mítico. Metáfora delirante y locura parricida-El caso Wagner. Diferencias con Schreber
BILBIOGRAFÍA:- S. Freud, “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente”- S. Freud, “Tótem y tabú”- J. Lacan, Seminario III: “Las psicosis”. Capítulos: I, II, III, XX, XXI, XXII, XXIII- J. Lacan: Seminario V: “Las formaciones del inconciente”. Capítulo: VIII- J. Lacan, Seminario XVII: “El reverso del Psicoanálisis”. Capítulo: VIII- P. Bercherie: “Los fundamentos de la clínica”- R. Gaupp, “El caso Wagner”- P. Legendre, “El crimen del cabo Lortie/ Tratado sobre el padre”

SINTESIS 2006

Reunión 12/8: “Acto loco y responsabilidad subjetiva”
Dictante: María Cristina De Biasi

I) Primera parte
Empuje - al- acto…
“¡Destruid!...¡Matad!”, se le imponía al maestro Wagner cuando en la planificación de su acto criminal no podía ya sustraerse a la ejecución del mismo. Pierre Rivière, en otra dimensión del acto no menos loco, obedecía a idéntica imposición. Pierre Legendre, en sus lecciones acerca del crimen del cabo Lortie, va a resaltar una frase de éste último referida a su pasaje al acto: “es preciso que lo haga…”. Nuestra pregunta hoy es qué ley ordena este empuje–al-acto. Y escuchemos este interrogante en los dos sentidos del término “ordenar”: dar la orden por un lado, pero también desde qué lógica, desde qué legalidad, se ha ordenado, organizado ese pasaje al acto.
Ya Freud en Tótem y tabú, analizando el crimen en sus dos formas más aborrecidas –el incesto y el homicidio-, se ve conducido a construir el mito del asesinato del padre. Manera singular de reconocer que con la ley y el crimen comenzaba el hombre.
Situamos allí la transmisión de la ley simbólica por los engranajes del mito. Ley simbólica en la que se anudan la prohibición del incesto y la del homicidio, y cuya transmisión es función de la metáfora paterna. Ley que, en el sujeto, se traduce en culpabilidad.
El pasaje al acto criminal –precisará Lacan en “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología”- nos conduce al gozne entre naturaleza y cultura, y es precisamente en ese gozne donde se descubre la incidencia de esa instancia oscura, ciega y tiránica que llamamos superyó.
Distinguimos, entonces, una culpabilidad producto de la instauración de una ley simbólica –allí donde el asesinato simbólico ha tenido lugar- de otro tipo de sometimiento, a otra ley tiránica y oscura que sitúa ese sesgo duro y cruel del superyó, y que no deja de estar en alguna relación con el acto criminal. Distinción que nos deja este interrogante fundamental: ¿cómo es que esta ley simbólica “no matarás” puede devenir en la imposición superyoica: “¡mátalo!”?

No matarás…
En tótem y tabú Freud va a señalar algo muy singular de la conducta del hombre primitivo: el asesinato de un enemigo suscita los mismos sentimientos que el homicidio de un miembro del grupo, es decir, no solo hostilidad sino también arrepentimiento y duelo por él. Y es allí que Freud sostiene:
“Se diría que mucho antes de toda legislación recibida de manos de un dios conocían ya estos salvajes el mandamiento ‘no matarás’ y sabían que la violación de este mandamiento implicaba un castigo”…
Las costumbres de los primitivos dan cuenta de su sumisión a una ley universal.
Freud atribuye esos ritos a la ambivalencia de los sentimientos: el homicidio suscita tanto el deseo como el horror. Explicará, entonces, la ley que prohibe el homicidio como dictada por el horror.
Wagner decía en su Autobiografía, mientras planificaba su acto criminal, que en el crimen no veía ya nada de horrible. Pero también dirá, una vez caída la atmósfera delirante que lo encarriló hacia el acto, que “de no haber considerado horrible esos crímenes no hubiera esperado tanto para ejecutarlos”. NO podemos dejar de ver, entonces, en el horror un límite al acto. Pero ¿qué límite es este?
Freud va a establecer una diferencia entre la moral del tabú y la de la conciencia moral. La prohibición tabú es una prohibición que no invoca nada, prohibe por sí. Está en la certeza dice Freud de un horror, está en la certeza del rechazo de una tentación. La conciencia moral del tabú es conciencia de un goce rechazado, repelido.
El pasaje a la conciencia moral racional implica, nos dice, el pasaje por la angustia y la culpabilidad. Angustiosa culpabilidad cuyas fuentes inconcientes la enlazan a aquello que ha motivado el rechazo. La enlazan por tanto al deseo. No es preciso prohibir, precisará Freud, lo que nadie anhela hacer. Refiere allí al deseo de asesinar y de perpetrar el incesto.
NO debemos confundir el “no matarás”, como señala Safuán, con la ley positiva que castiga el homicidio, ya que esa ley puede declarar culpable a alguien pero no puede hacer que se sienta culpable. Mientras que la culpabilidad se hace sentir aún cuando el acto de matar pueda estar socialmente admitido, como es el caso de matar al enemigo. Esto quiere decir que en ese acto interviene un deseo oscuro que es el que suscita culpabilidad y remordimiento.

Interdicción del incesto…
Horror al incesto. Podríamos decir, siguiendo la misma lógica del “no matarás” que nos llevaba del tabú a la conciencia moral, que un horror es también aquí la fuente de lo prohibido. Pero lo que el horror viene a denunciar es la certeza de un goce que se repele. La “renuncia pulsional” entonces no es una voluntad de renuncia –o una renuncia voluntaria- sino un rechazo originario, una exclusión de goce, que es condición del deseo. Das Ding, la Cosa materna, esté en el origen de este rechazo.
Horror que es la fuente de lo que Freud llamó la enfermedad del tabú, la enfermedad del contacto, el “delirio de tocar”. Tabú del primitivo, síntoma del obsesivo, pone en juego un horror, que es también certeza de goce repelido, puerta abierta a la tentación. A mayor horror, mayor cercanía de la tentación.
Delirio de tocar, “delire de toucher”, que podemos traducir como “no tocar a la madre” y que, tomado en las redes de la prohibición-tabú (se prohibe por sí) viene a denunciar una falla de la prohibición simbólica.
Pero si esta prohibición recae sobre una tentación inconciente, mucho más radicalmente recae sobre una imposibilidad: la de hacer Uno con el Otro materno, de ser Todo para el Otro. NO hay allí relación unitiva posible. Esta interdicción es al mismo tiempo algo que, al prohibir, permite al niño sustraerse de la imposible tarea de colmar el deseo del Otro.
Ahora bien, si esta interdicción del incesto viene a instituir el lugar de hijo en la imposibilidad de hacer Uno con el Otro materno, es porque esta prohibición también ha recaído en la madre, ya que a ella le está interdicto confundir los lenguajes: el de la ternura y el de la sexualidad. Fue Ferenczi quien habló de las consecuencias de esta confusión de lenguajes en los adultos poniendo en juego entonces, en sus más variadas formas, el abuso sexual.
Ley de leyes –la prohibición del incesto-, si así podemos decir, que está en la base de la constitución del sujeto y, más aún, está en la base de la constitución de toda sociedad humana. No hay sociedad que pueda constituirse si no se funda en esta ley que instaura el orden y la continuidad de las generaciones. Sin esta ley no hay madre, padre e hijo. La no diferenciación de esos lugares niega fundamentalmente el lugar de hijo.

Ley simbólica, su estructura: origen ficcional de la ley…
Habíamos dicho que la transmisión de la ley simbólica, excluye que el padre singular se ubique como Legislador. Es lo que el mito freudiano del asesinato del Padre dice de este modo: “ningún hijo ocupará jamás su lugar…”, refiriéndose al Padre mítico. Ningún padre singular podrá ocupar ese lugar de Absoluto fundador de la ley.
Situar el Padre mítico en el lugar de la Referencia fundadora significa que este lugar fundador de la ley siempre va a ser de un modo u otro ficcionalizado, que requiere de una ficción fundadora. Ficción que va a estar en el lugar de la falta de fundamento de la ley y que será necesaria para la eficaz transmisión de la misma.
La ficción pone un nombre a la ley: en nombre de Cristo, de Mahoma, de Buda, pero también en nombre de las costumbres, las tradiciones, etc. Ficción que no se funda en un punto de racionalidad sino de creencia.
Ficción, por tanto, necesariamente articulada a la cara de inconsistencia de la ley, por donde la angustia se enlaza a la falta de garantía de la misma.
Y es también por esta inconsistencia de la ley, que va a haber siempre un punto de sombra en la misma, que hará necesaria su interpretación. Ahora bien, como señala D. Weil, el psicoanalista y el juez no tienen las mismas coordenadas para responder a esta cuestión. El analista no sólo se interesa en la ley escrita sino también en esa cara silenciosa de la ley, que concierne no a lo que el sujeto no debe hacer, sino a lo que debe hacer como intérprete de su propio deseo. Más allá de la culpabilidad edípica se pone en juego allí una culpabilidad sin objeto que emerge, precisamente, en estos puntos donde la ley calla, allí donde no se trata de referir mi deseo a la demanda del Otro- sea a su prohibición, como a su prescripción-. (deuda simbólica)
Entonces, si este “en nombre de…” que ponía un nombre a la ley, situaba un lugar Tercero, por donde el enunciado de la prohibición se vehiculizaba, podemos decir que la prohibición, la interdicción tendrá también su cara de inter-dicción, de entre-decir, de enunciación por donde el nombre de la ley más bien nos conduce a la ley del nombre: instancia de la letra en el inconciente, articulada a la función del nombre del padre, donde nosotros, en tanto analistas, podemos re-situar al Tercero del que se trata.
Ahora bien, todo este procesamiento de la ley que se traduce subjetivamente en culpabilidad recibirá tardíamente en Freud el nombre de superyó. ¿Por qué digo tardíamente? Porque en Freud el tema de la culpabilidad ha constituido desde siempre un eje fundamental. Eje que se fue trazando a partir de descubrir esa relación compleja, muchas veces paradojal, del sujeto con su culpa.

Paradojas de la culpabilidad y ley superyoica…
Es cierto que, como Freud señalara, no sólo siento culpa por una falta cometida, ya que basta el deseo de cometerla para sentirme culpable. Pero este no es del todo un descubrimiento freudiano ya que no podemos dejar de reconocer en esta afirmación algún punto de contacto con la moral cristiana.
Ahora bien, ¿es que sólo soy culpable de una falta cometida y/o pensada, deseada? Y en este punto Freud descubre que hay quienes no sienten culpa luego de haber cometido una falta, sino que por el contrario es la culpa la que los lleva a la comisión del acto delictivo. Son los que delinquen por sentimiento de culpa o los que Nietszche llamó “el pálido criminal”.
Por otro lado también Freud descubrió que hay personas en las cuales su accionar está impulsado por una irrefrenable necesidad de castigo, lo que hace pensar en un paradójico sentimiento inconciente de culpabilidad (masoquismo moral). Vía que lo conducirá a plantear un masoquismo primordial, estructural.
También descubrió Freud que la culpa puede conducir a la autodestruccion de la persona, se encontró allí con el autorreproche del melancólico. Recordaremos el autorreproche delirante del paranoico Wagner que, en su momento melancólico, lo empujaba al suicidio. Notablemente allí, a punto de matarse, la voz superyoica transformaba el “no me atrevo” en un “no se atreve”: “cuando me despreciaba –decía Wagner- me hablaba en tercera persona”. Freud definía el superyó en la melancolía como cultivo puro de la pulsión de muerte. Enigmática pulsión de muerte que sólo podemos empezar a comprender si no nos olvidamos que “ni aún la autodestrucción de la persona puede realizarse sin un componente libidinal”.
Cuando Freud decía estas cosas estaba también descubriendo que más allá de la faz normativizante del superyó como heredero del complejo de Edipo, allí donde la culpa podía enlazarse, ligarse edípicamente, ligarse al sueño edípico podríamos decir; hay otro sesgo duro y cruel del superyó, una severidad del superyó que excede su faz normativizante. Situó allí el superyó heredero del narcisismo originario.
Melanie Klein fue quien, más que nadie, no retrocedió ante este descubrimiento; más aún lo exploró profundamente. Lacan no dejó de reconocer su deuda con Melanie klein en este aspecto. Allí donde todas estas paradojas del superyó y del sentimiento de culpabilidad lo condujeron a decir que en el corazón mismo del superyó, de ese superyó tiránico y cruel, anida un imperativo que viene a ordenar ferozmente lo imposible: ¡Goza!
¿Cuál es la relación entre la ley simbólica y esta otra que podemos denominar ley superyoica? Lacan dirá que es precisamente desde la malla rota de la ley simbólica que emerge la figura obscena y feroz del superyó. Si la metáfora paterna viene a temperar el superyó, la emergencia del sesgo duro y cruel de este último indica precisamente los puntos de fragilidad de aquella, por donde se impone el imperativo de goce.
Llegados a este punto estamos en condiciones de interrogarnos si podemos confundir culpabilidad y responsabilidad subjetiva.
Del melancólico hemos extraído una enseñanza fundamental. Su autorreproche, su culpa, no puede confundirse con la responsabilidad subjetiva. La indignidad que sin ningún pudor viene a denunciar el melancólico en su estridente autorreproche no es una vía de implicación del sujeto.
Del paranoico empezamos a extraer, desde nuestro trabajo del caso Wagner, otra enseñanza que hoy queremos interrogar: Wagner se declara responsable de sus asesinatos, ¿se declaraba por ello culpable? ¿Abandonaba con ello el terreno de la inocencia paranoica?
¿De qué otro modo podemos pensar la relación del sujeto a la ley, la culpa y el superyó allí donde el nombre del padre ha sido forcluido?

Superyó en la psicosis. Pasaje al acto…
Decíamos antes que desde muy tempranamente la culpabilidad se constituyó en un eje fundamental de los desarrollos freudianos, a punto tal que, podríamos decir, ese eje permitía trazar toda una clínica diferencial.
Recuerden por ejemplo cuando definía la proyección del autorrreproche hacia un Otro en el paranoico, en contraposición al obsesivo, por ejemplo, quien se defendía de su autorreproche por represión. Decía Freud que en el paranoico había una in-creencia en el reproche: son los otros quienes lo culpan, él es inocente. In-creencia que Lacan articulará a la forclusión del nombre del padre. Esta proyección del reproche viene a ser el modo singular en que el delirio de persecución localiza el goce en el Otro –de otro modo invasor-. Goce que Schreber localizaba en Dios y Wagner, como vimos, lo ponía a cuenta de los habitantes de Mulhausen que no paraban de difamarlo –se burlaban, lo inculpaban-, y sobre quienes recaería su brazo vengador y asesino.
Inocencia del paranoico, entonces, que por esta misma vía podemos contraponer a la indignidad del melancólico que dirigirá hacia sí el autorreproche. Contraposición de la que Wagner hará muy singularmente un punto de juntura: la persecución del Otro no termina de metabolizar ese punto de irreductible indignidad tan presente en él.
Más adelante Freud hará otra puntuación sobre el superyó en la psicosis. En Introducción del narcisismo dirá que podemos ver muy bien la función de la instancia crítica, de lo que luego llamará superyó, si reparamos en el delirio de observación en la paranoia. El sujeto es allí presa de una mirada omnipresente que observa y vigila todas sus acciones. Recuerden cuando Wagner decía, refiriéndose al onanismo: “los demás sabían, se me notaba, todo el tiempo escuchaba alusiones”.
Por su parte, el Lacan psiquiatra irá ingresando al terreno psicoanalítico, desde su tesis sobre el caso Aimée, proponiendo una cierta novedad diagnóstica con su planteo de la paranoia de autocastigo. Dejaremos para una próxima reunión profundizar acerca de las vicisitudes de esta categoría diagnóstica en Lacan. Señalemos sólo que cuando él dice: “golpeando a la actriz, que representaba una imagen ideal de Aimée, se habría golpeado a sí misma”, introduce con ello otra complejidad en la cual comienza a interrogar el papel de la imagen en el pasaje al acto criminal y donde podemos vislumbrar que matar al otro, suprimirlo, no deja de arrastrar algo de la muerte del propio sujeto.
Decía Lacan, en su texto sobre Criminología, que en estos crímenes del superyó “se pone en juego una compulsión por una fuerza a la que el sujeto no se puede resistir”. Imposición, entonces, de una orden superyoica: ¡Mátalo!
Pero si, como decíamos, en el matar al Otro hay algo de la propia muerte del sujeto ¿no hay en este mátalo un llamado también al autosacrificio?
En “De los nombres del padre” Lacan va a hacer una diferencia tajante entre el goce de Dios y el deseo de dios, a partir de analizar la escena bíblica del sacrificio de Isaac que viene a situar al mismo tiempo la interdicción del sacrificio. Donde podemos vislumbrar que detrás de ese dios de la interdicción, el que instaura la prohibición del sacrificio humano, no deja de sobrevolar la amenaza de aquel Otro que ordenó el sacrificio, de ese otro dios oscuro del goce, del cual Lacan también habla en Los cuatro conceptos.
¿Por qué este rodeo? ¿Qué estamos interrogando? Se entiende que lo que estamos interrogando es a qué ley está sujeto aquel que consumará un acto loco criminal, al menos en algunas de sus variantes. Y donde consideramos de esencial importancia abordar esa otra faceta del homicidio que, como en los casos que vamos a considerar, pone en juego el sacrificio del propio sujeto.

II) Segunda Parte

Breves reseñas de estos “hombres infames”…
En su texto “La vida de los hombres infames” Foucault habla de ciertas vidas oscuras e infortunadas, cuyas existencias pueden ser contadas en pocas páginas. Vidas que, lo que “las arrancó de la noche en la que habrían podido, y quizás debido, permanecer fue su encuentro con el poder…”.
Estos “hombres infames” de los que voy a hablar dejaron su palabra en cartas, memorias, cassettes donde anunciaban su acto y/o lo explicaban. Podemos reconocer, entonces, que en ese encuentro, en ese choque con el poder no estaba ausente, aunque loca y trágica, una demanda. Búsqueda loca de un destinatario. Nuestra pregunta es ¿quiénes serán sus intérpretes?

Pierre… “un buen día” los vecinos de Aunay, un pueblo al norte de Francia, se estremecieron ante la trágica noticia de que Pierre Rivière, ese campesino de 20 años, conocido como “el imbécil, el loco, el bestia de Pierre”…, había matado a su madre y a dos de sus hermanos…
En su infierno privado, la madre se había convertido para él en alguien que él debía eliminar para salvar a su padre. Madre despótica, si así podemos decir, que enloquecía y perseguía a este padre, quien a su vez no podía sino dejarse arrastrar por la locura de esta mujer.
Llegada la situación ya a ciertos límites el hijo pide al padre que haga algo, que tome ciertas medidas. El padre sumido en la impotencia piensa en matarse.
¿Qué dijo Pierre en cuanto a los motivos de su triple crimen?
Dirá que a la madre y a la hermana las mató porque ambas estaban de acuerdo en hacer sufrir a su padre. Al pequeño lo mató porque temía que matando sólo a ellas dos su padre lo echaría de menos cuando se enterase de que moriría por él –Pierre pensaba en morir tras su acto-. Matando a este niño que su padre quería mucho, este último se horrorizaría al enterarse y se alegraría de la muerte de él, de Pierre, sin remordimiento alguno.
Cuando este infierno privado de Pierre se transpone en acto, luego de consumado el mismo, pero aún inmerso en la atmósfera delirante que lo condujera a él, dirá: “me he sacrificado para liberar a mi padre”…
Tenía planificado entregarse inmediatamente, no sin gloria de acuerdo a la locura en la que germinaban sus ideas. Sin embargo, se interna en los bosques y rápidamente su delirio cae. Apesadumbrado por los remordimientos piensa en matarse. NO lo hará. Vacila en entregarse. Apresado luego, y juzgado, será sentenciado a la pena de muerte. Estando en la cárcel la pena es conmutada por la de cadena perpetua. Se desencadena un delirio desde el cual sostiene que ya está muerto, al mismo tiempo que pide que lo decapiten. Dadas estas circunstancias es aislado. Momento que él aprovechará para ahorcarse.
“Me he sacrificado para liberar a mi padre…”. El fantasma de su propia muerte se entrama desde el comienzo en la planificación de su acto, en el después de su acto y en su trágico final.
Wagner…, de quien ya hemos hablado. Remitimos al lector al resumen de la primera reunión de este año. Sólo destacaremos que su plan criminal debía culminar con su propia muerte. Fue apresado antes de consumar esta última arte, habiendo ya asesinado a su familia y a doce “habitantes de Mulhuasen”.
La pericia psiquiátrica, a cargo de Gaupp, conduce al dictamen de inimputabilidad. Wagner clamará por la responsabilidad de sus actos, sin embargo también dirá: no soy culpable. El remordimiento, aunque pálidamente aparece mucho después y recayendo sobre una parte de sus crímenes, en lo esencial no es un componente en la tramitación subjetiva de su acto.
Denis Lortie, el cabo… Padre de dos niños y cabo del ejército en su ciudad; se le presentará un día una pregunta siderante: “¿seré igual a mi padre, haré lo mismo que él?” Padre bestial, padre de la horda, entre cuyos excesos también habría de contarse la violación de una de sus hijas. Esa pregunta que lo sumergirá en una particular angustia lo conducirá a un pedido de licencia a su superior que le será denegado. En ese momento él vería –ver alucinatorio- en el Sargento Chernier el rostro de su padre.
Al poco tiempo ve por televisión al primer ministro. Allí germina la idea de la matanza: quería perpetrar un ataque a la Asamblea de Quebec. Comienza la planificación de su acto en el cual también se entramaba el fantasma de su propia muerte. Él graba unas casettes para ser enviadas el día fatal, previo a la consumación del acto, y con el fin de anunciar el mismo. Entró al edificio, encaminándose hacia el recinto donde sesiona la asamblea, y disparó a los que se ponían en su camino, murieron tres personas. Al llegar al recinto éste estaba vacío: ese día no había sesión, allí fue apresado. Consumado su acto, ya en cierta distancia con el mismo dirá, interpretará: “El gobierno de Québec tenía el rostro de mi padre”. Declarado primero inimputable, el abogado defensor apelará -¡qué paradoja!- para que se lo considere culpable. El estuvo de acuerdo. Entre un juicio y otro Denis escribirá sus memorias. Al momento de la publicación del texto de Legendre seguía aún cumpliendo su condena.

Tres variantes del acto loco. Puntos en los que estos actos y sus actores entran en contacto; mientras en otros se alejan. Situamos los tres en la lógica del parricidio.
En el cruce del discurso jurídico y el psicoanalítico, es decir, descubriendo las raíces inconcientes de la ley, Legendre descubrirá que en el acto loco homicida se juega la lógica del parricidio, y considerará a este acto un acto que, aún delirantemente, es un intento de instituir un sujeto.

El parricidio según P. Legendre…
¿Cuál es esta lógica del parricidio según Pierre Legendre? El homicidio, nos dice, en tanto que crimen primordial, apunta hacia la noción misma de padre, hacia la idea de paternidad. No está diciendo que el homicida mató al padre, sino que lo que allí estuvo en juego, y a lo cual se apuntó, fue a la “noción de paternidad”.
En sus Lecciones IV Legendre investiga exhaustivamente los resortes que están en juego en el montaje filiatorio, es decir, en la filiación de un sujeto al orden simbólico. Legendre retomará allí, casi como punto de partida de sus desarrollos, una afirmación que proviene del discurso jurídico y de la cual se servirá mucho en sus argumentaciones: “se nace dos veces, se nace también de padre”.
Si en esta Lecciones IV Legendre trabajará toda esta compleja articulación, de la cual rescataremos sólo algunas precisiones, en su Leciones VIII va a abordar, a través del crimen del cabo Lortie, qué ocurre cuando fracasan estos mecanismos, qué ocurre cuando ese parto doble que implica la humanización-filiación del sujeto en el orden simbólico en el que está inmerso no se termina de producir. Sinteticemos con esta respuesta: la consecuencia de este fracaso es la locura y/o el acto loco. Acto que Legendre llamará de “justicia genealógica”. El sujeto intentará, aunque loca y trágicamente, su filiación al orden simbólico. El sujeto no será el mismo antes y después de su acto y es esto lo que va a interrogar profundamente Legendre.

La Referencia fundadora…
¿Cómo se instituye lo prohibido en el orden social? ¿Cómo esto es trasmitido al sujeto para instituirlo como tal, es decir, como sujeto filiado al orden simbólico? Estas preguntas son las que guían centralmente los desarrollos de Legendre. Apoyándose en el mito freudiano del asesinato del padre, al que hará fructificar enormemente, él va a plantear el lugar de la Referencia fundadora, como ese Absoluto que todo padre singular debe reconocer más allá de él.
Esta Referencia fundadora -lugar donde se origina la ley-, necesita de ficciones –y sus correspondientes puestas en escena- en el orden de la cultura, para que la ley sea transmitida.
Legendre profundiza mucho esta problemática de la ficcionalización de la ley y va a destacar que en el orden de la cultura occidental hay ciertos mitos fundadores por donde lo prohibido y la ley se transmiten. Mitos que perfilan la retórica institucional de una cultura dada. Destaca allí dos mitos. El primero de ellos es el sacrifico de Isaac del que dirá, fundamentalmente, que esa escena de la interdicción del sacrificio es una puesta en homicidio entre el padre y el hijo. El otro mito es el fratricidio de Caín en el cual va destacar que lo que allí se pone en escena no es solo la muerte de Caín sino la de toda su descendencia.
Todo padre debe un límite a su hijo y debe constituirse en esa instancia mediadora que enlaza a este hijo con la Referencia fundadora.

El acto loco: atacar la Referencia…
Si este proceso fracasa se abren las compuertas a la posibilidad del acto loco. Una primera precisión para entender esta concepción del acto loco es la siguiente: ¿qué ataca el sujeto? ¿qué intenta matar?. La Referencia fundadora dice Legendre. Pero no se pueden atacar palabras, se atacan imágenes. SE ataca la imagen de la Referencia fundadora, el sujeto va a poner esta imagen en algo. Se ataca la imagen que el sujeto tiene de esta Referencia. Por tanto se ataca la Referencia enferma responsable del proceso filiatorio que no ha tenido lugar, en un acto paradojalmente tendiente a hacerle lugar. Pero esto es un callejón sin salida, una verdadera paradoja, ya que en este acto el sujeto busca su fundación en tanto sujeto pero eliminando la Alteridad que lo haría posible. Se sitúa en el callejón sin salida de la Autofundación.
Así es como el cabo Lortie busca atacar a la Asamblea de Québec, a los miembros allí reunidos y que vienen a ser para él en ese momento la imagen de la Referencia a atacar. Fue así como dijo-interpretó-: “el gobierno de Québec tenía el rostro de mi padre”.
Dice Legendre: “…lo que busca este homicida es matar aquello que impide operar al principio separador…; busca matar el obstáculo, el padre indigno…”. Y en este mismo acto busca la “reivindicación del Padre a cualquier precio…”
Nosotros situábamos esa imagen de la Referencia que el maestro y criminal E.Wagner atacó en la imagen que vino a tomar su descendencia para él y, de otro modo, lo que venía a representar la imagen de los habitantes del pueblo de M. Dos rostros, dos imágenes, de la Referencia enferma que él tenía que matar. A uno por venganza, al otro por compasión.
Por su parte Pierre diría que veía a su padre “como entre las fauces de perros rabiosos o de bárbaros, contra los que tenía que emplear las armas”. La imagen de la Referencia era la de su propia madre identificada a un poder arbitrario y Absoluto.
También Pierre matando a esa madre, que se hace portadora de una imagen totalitaria de la Referencia, trata de matar aquello que impide operar al principio separador. Mata con ello también un padre indigno que no está a la altura de su función; imagen de un padre que se vería reflejada en ese dejarse arrastrar por la ley loca de su mujer. El hijo pedía un límite. Mata la Referencia enferma y al mismo tiempo es un intento de restaurar la función paterna, de instaurar otra legalidad.
Pierre no dejó de testimoniar en sus memorias acerca de su “horror al incesto que hacía que no quisiera acercarse a las mujeres de su familia. Decía que temía que existiera un fluido invisible que le relacionara a pesar suyo con las mujeres o con los animales hembras, cuando estaba cerca de ellos. NO deja de evocarnos Pierre en este punto el tan auto-condenado bestialismo o zoofilia del maestro Wagner.
El acto loco no deja de ser una instauración loca de lo Prohibido, en la medida misma en que la falta no está en función.

El acto loco: una re-travesía…
El acto loco y la atmósfera delirante en la que se alimenta producirán una re-travesía, dice Legendre, por los articuladores fundamentales del montaje filiatorio. Así es como el sujeto remitirá, desde el delirio que lo empuja al acto, tanto a una Causa (social, política, religiosa, etc), a un obrar “en nombre de…”, como a una causa, a una explicación más íntima, más personal de su accionar.
Por ejemplo el cabo Lortie decía que quería destruir el partido quebequense, que “hacía daño a la lengua francesa”, que “impedía que los quebequenses salgan de aquí”. Del mismo modo Pierre decía que “iba a liberar al género humano del yugo de las mujeres” y creía que “su sangre fluiría para vengar a la sociedad y que vertida en el cadalso consagraría su amor filial”, creyó también en un momento que esta misión le había sido encomendada por dios.
Wagner, como sabemos, de un modo paradigmático atacará la Referencia fundadora, enferma, en la imagen de “la estirpe enfermiza” que sus propios hijos le proporcionaban. También hará de esto una Causa Social: sesgar la mala hierba en beneficio de la Humanidad. En su plan criminal estaba contemplado ser él mismo la última de sus propias víctimas.
Entonces el delirio se construye pasando por estos lugares de la constitución subjetiva, su vínculo a la Referencia fundadora, pero lo hace de tal modo que anula su función, en este caso: privatiza esa Referencia, anula el Afuera fundador en el que debía permanecer. Realiza un intercambio directo con el Otro absoluto sin el partenaire mediador.
Y vemos también cómo en esta Causa (social, político o religiosa) a la que apela delirantemente el sujeto, se enarbola también el autosacrificio del sujeto.

Ajuste de cuentas genealógicas: golpeando, se golpea…
Dice Legendre que el acto homicida es un “ajuste de cuentas genealógicas” donde el sujeto golpeando al Otro también se golpea a sí mismo. Hay que pensar este acto en términos de destrucción y de autodestrucción.”
¿Qué esperaba el cabo Lortie enviando a una radio sus cassettes, con su propia voz, anunciando el crimen? Legendre concluye que Lortie esperaba hacerse matar por los centinelas desde la primera ráfaga.
En Wagner, como bien recordarán la última parte de su plan homicida era matarse. En P.Rivière, éste era también un punto central.
Dice Lengendre que el rigor del plan en este acto loco apunta al cumplimiento de un ceremonia delirante, donde el matador dejando la escena del fantasma, y en medio de una teatralidad arreglada, llevará adelante una puesta en escena que instituirá su sacrificio. (94).
Dice Legendre: “He aquí pues a Lortie entrando en su teatro para morir en él …/ Él, que muchas veces ya había buscado la tentación del suicidio como fin de sus tormentos,…buscaba ahora la Pérdida absoluta y según un ritual teatral”
También Pierre se imaginaba “glorificado al sacrificarse para liberar a su padre”.
Y Wagner en su teatro largamente preparado concretó su plan homicida, su gran obra, como decía este dramaturgo. También a él como a sus otros dos compañeros de infortunios se le presentaba con la fuerza de lo inevitable: estaba obligado a hacerlo. “Es preciso que lo haga…”, decía el cabo Lortie. Pierre también “debía” hacerlo.
Legendre encontrará en esta frase “es preciso que lo haga”, especie de parodia del mundo de la ley, el modo delirante en el cual, a través del acto loco, se trata de instituir lo prohibido. Instituir lo Prohibido, la ley, supone siempre la retórica del sacrificio. El acto loco homicida, en un intento desesperado de instaurar lo Prohibido, lo hará mediante el sacrificio del propio sujeto.
Dice P. Legendre que en esa formulación “es preciso que lo haga…” se pone en juego una sujeción compulsiva y en definitiva el reverso del imperativo normativo, del cual el acto criminal no es sino su caricatura. Es por ese sesgo que intentamos situar el nexo entre acto loco y ley superyoica. Allí donde en el corazón del “¡Mátalo!” anida un “¡Goza!”, como sujeción última y entrega sacrificial al dios oscuro del goce. El cuchillo a mitad de camino: a falta del Dios de la interdicción al menos queda ese Otro que oscuramente se oculta detrás del mismo. Dios oscuro del goce al que podría consagrarse y consumar a un tiempo, por medio de esta ritualidad desviada, Lo prohibido y la Pérdida.
Entonces allí donde decimos que el acto loco es un intento delirante de instituir lo prohibido, deberíamos decir con más precisión, un intento de de restituir lo prohibido. Y al igual que la restitución en el delirio no puede sino hacer retornar, en su acto, lo que ha fracasado en lo simbólico.
Dirá Legendre que el parricida no sucede a su padre. El parricida se sale de los rieles genealógicos y se sitúa fuera de la sucesión de las generaciones ¿es preciso tratarlo como definitivamente excluido o se puede intentar su reinserción?

La re-apropiación del acto (función clínica del derecho)…
¿Cómo escuchar al criminal y su crimen?...
Dice Legendre que de lo que se trata es de restituir el acto loco a su autor, un acto no aislable del delirio que lo acarrea. Es imposible describir el atentado sin retrazar el camino del sujeto saliendo del surco –“delirar”-: el acto y su argumento de locura es todo uno.
El proceso judicial, dice, en todos sus pasos debería tener el propósito fundamental de separar al criminal de su crimen, esto es, separarlo de la opacidad del homicidio.
En estos dos puntos (retrazar el camino y separar al criminal de su crimen) radica fundamentalmente la “función clínica del derecho”, de acuerdo a Legendre, y cuyo punto de partida jurídico es salir del dilema legal: “el inculpado, ¿está loco? ¿sí o no?”. Función clínica del derecho: terreno en el cual se destaca la importancia y el valor operante para el sujeto que debe tener la sentencia y el lugar de la instancia tercera encargada de elaborarla. Proceso en el cual la función de un psicoanalista es también muy específica.
Separar al sujeto de la opacidad del homicidio supone abrir la posibilidad al sujeto de transitar su implicación en el mismo desde estas dos dimensiones allí entrelazadas: la culpabilidad y el sacrificio.
Claro que este proceso –tanto la consumación del acto como la posibilidad de su re-apropiación- se transitará de muy diversas maneras según sean las variantes de este acto loco. Hay que diferenciar la paranoia de Wagner, de lo que fue diagnosticado como bouffée delirante en Lortie, o del acto loco de Pierre Rivière.
La posibilidad de ir transitando la apropiación de su acto en Lortie hasta donde sabemos permite diferenciar netamente este acto del ejecutado por Wagner. Este último reivindicaba su acto homicida por el cual habría dado muerte definitiva a la “estirpe enfermiza” a la que pertenecía. Hubo en él una denodada lucha por no ser desapropiado de su acto. Él se declaraba responsable, quería no sólo la cárcel sino también ser decapitado. El era el único responsable de esas muertes de las que no se arrepentía. Paradojas del sentimiento de culpabilidad que en este paranoico se resumía en esta frase: “soy responsable, no culpable”. NO habrá remordimiento por su acto asesino. Sí había una culpa delirantemente construida en relación a un “in-confesable” acto de zoofilia. Punto que se enlazaba a la certeza delirante de la Estirpe enfermiza –era la prueba de pertenencia a ella-.
Examinar el tema de la culpabilidad en Wagner requeriría toda una reunión. Digámoslo abreviadamente de este modo. Él nunca cederá respecto de dos cuestiones: su responsabilidad en los crímenes y su culpabilidad respecto de lo que él llamaba su “delito sexual”. Pero ¿cómo entender esta responsabilidad y esta culpabilidad?
De sus crímenes él se reivindicaba como responsable, pero no se sentía culpable, jamás sintió remordimiento. De lo que él llamaba su “delito sexual” se sentía culpable –culpa delirantemente construida- pero no responsable –de ello era responsable la estirpe enfermiza a la que pertenecía-. Esta desintrincación de la culpa y la responsabilidad subjetiva es lo que no dejaba de situarlo en la Inocencia paranoica. El negaba la culpabilidad del ser humano que, según decía, “desempeña hasta el final el papel de su vida, según vaya tirando de los hilos el Destino”. Su acto criminal podría leerse como un intento desesperado de cortar esos hilos, es decir, la maldición de la herencia. Razón por la cual él reivindicaba la responsabilidad de su acto criminal contra la declaración de enfermo mental. Para Wagner, Gaupp sería, por esta razón, su peor enemigo.
Cuando Lortie dijo en una Audiencia “la Asamblea de Québec tenía el rostro de mi padre” allí, dice Legendre, deja de estar loco, interpreta, ve su acto como irrazonable, bajo la égida de un Tribunal en función. Aunque Wagner pedía ser llevado a un Tribunal, declarar ante un Tribunal, jamás vio su acto como irrazonable. No sabemos, es cierto, qué hubiera sucedido de habérsele concedido el derecho a un Tribunal.
Otra cosa es cuando Lortie tomando ya distancia de su acto dice en una audiencia –segundo juicio- frente al video en el que quedó filmado su atentado por las cámaras de seguridad de la Asamblea:
“…Sabes, yo no puedo decir no soy yo; soy yo”.
“…No soy yo; soy yo”. Lortie se verá en ese momento interpelado desde su propia imagen en el video, situación que tiene lugar durante la audiencia, es decir, en presencia del juez: él, su imagen –la del video- y un lugar tercero, la presencia del juez.
¿Cómo es este proceso en Pierre Rivière? Durante el juicio, luego de un primer momento en el que intenta “hacerse el loco”, dirá conocer claramente el artículo del código penal que castiga el parricidio, y quiere que le apliquen la pena correspondiente. Fue sentenciado a muerte. Los abogados apelarán buscando obtener una pena menor, pero él se resistirá a firmar ese pedido. Ya dijimos cómo fue su final: no parece Pierre, por tanto, haber podido separarse de la opacidad del homicidio y de la trampa del sacrificio.
Larochelle, el abogado defensor de Denis Lortie, en una carta que le escribe a Legendre destaca el esfuerzo sobrehumano del acusado para intentar entender lo que había pasado y el dolor que experimentaba al revivir esos momentos.
Wagner también, al igual que Lortie, era absolutamente sincero, pero no estaba presente de esta manera el dolor por lo ocurrido. Su dolor no era porque sus hijos estaban muertos sino por lo que sufrirían estando vivos. Tampoco hacía ningún esfuerzo por tratar de comprender qué había pasado: él lo sabía y lo seguía manteniendo desde su convicción delirante. Esta es la gran diferencia: en Wagner nunca cae el delirio, aunque la atmósfera delirante previa al acto revista ciertas características que en parte luego se modifican.
Señalamos allí un punto importante al dejar indicado que hay un momento en que esta paranoia deviene locura parricida, así como podemos señalar un después del acto en que la “misión loca” que lo encarrilaba al mismo cae: “ya no pienso, dirá Wagner después, que tenía una misión con la humanidad”. Lo que no va a caer es su certeza última en la continuidad -sin falla- de la estirpe enfermiza y degenerada, que había que exterminar.
La misión que encarrila hacia el acto loco es en cualquier caso, según lo entiendo, una sumisión a una ley superyoica por donde el “es preciso que lo haga”, tal como lo vimos en estos tres casos, cobra fuerza. Wagner lo decía de la manera más clara: “mi ley y mi evangelio son destruid la vida, matad”. Sabemos que él formaba parte de esa vida a destruir.
Es cierto, como dice Legendre, que no todos los procesos se prestan al abordaje de estos aspectos y que en casos de psicosis grave y masivamente patente, el manejo institucional se reduce a los cuidados inmediatos. NO obstante la psicosis de Wagner nos vuelve a interpelar y nos obliga a no olvidar que la singularidad subjetiva no reconoce fronteras diagnósticas. Wagner nos deja en la estacada cuando plantea una responsabilidad que, sin embargo, no anula su inocencia paranoica.
Legendre destaca que la sentencia puede abrir a dos caminos posibles: o bien abre al acusado una vía posible hacia su posición de hijo o bien cierra esta vía confirmándolo en la posición de loco o, lo que es lo mismo, de hijo-muerto viviente. ¿Qué podría hacer allí un psicoanalista en el terreno de esta función clínica del derecho? Según entiende Legendre se trataría de volver a pegar los pedazos de la escena edípica y de hacer entrar al hijo parricida bajo la ley. Los informes de los expertos y la sentencia toman, en este contexto, valor de interpretación, en el sentido psicoanalítico del término, y de notificación de la Ley del padre.
Legendre va a sostener que en casos como el de Lortie que está en juego una demanda subjetiva de ayuda lo que el sujeto pide allí es que “se” le diga el límite. Este “se” remite a una instancia tercera que es la que tendrá a su cargo elaborar la sentencia. En Wagner ¿no había también una demanda? ¿Qué estatuto tiene esta demanda? ¿Qué habría pasado con Wagner de haber sido llevado ante un Tribunal como él pedía?

SINTESIS1/07: "Daniel Paul Schreber: testimonio de una paranoia"Dictante: Graciela Berraute
Freud desarrolla en “Un caso de paranoia autobiograficamente descripto”, una hipótesis fundante sobre la estructura de la paranoia a partir de las “Memorias de un enfermo nervioso” de D. P. Schreber.
Considero que ha sido posible porque efectuó una lectura al modo de la interpretación de los sueños: una escucha del sujeto que le permite construir la teoría (como Lacan le atribuye decir: …”yo no soy el creador. El creador es alguien más grande que yo, es mi inconsciente, es esa palabra que aprehendí más allá de mí.”)
Es así como toma lugar en principio el concepto de transferencia.
Como podemos recordar, el comienzo de la gran crisis del enfermo se corresponde con sueños donde se le presenta el recuerdo de la primera, en la que fue asistido exitosamente por el Dr. Flechsig: “Soñaba que había reaparecido mi enfermedad nerviosa. Además una vez de mañana, en la cama, tuve la representación de que tenía que ser muy grato ser una mujer que es sometida al coito. A tal punto ajena a mí que no descarto haber recibido influjos externos.” Precisamente, las Memorias comienzan con una Carta abierta al señor consejero privado Dr. Flechsig, donde le manifiesta que “el primer impulso del trato con fuerzas sobrenaturales (las alucinaciones que lo atormentan) consistió en un influjo procedente del sistema nervioso de usted y ejercido sobre el mío. Me parece verosímil que usted, con fines terapéuticos, estando especialmente separados, haya establecido un trato de hipnosis o sugestión con mis nervios.”
Freud deduce que el desencadenamiento de la crisis responde a esta relación transferencial, a la nostalgia del médico que no es otra que la nostalgia por el padre: en un solo movimiento devela el alcance de la misma en el desarrollo de la enfermedad, en el método terapéutico, y su inserción en la trama del Edipo, orientada precisamente en las coordenadas del amor al padre. Este amor, devenido luego en odio, presenta el delirio de persecución como un viraje transferencial.
El empuje a la mujer se articula, en esta trama, con la amenaza de castración, en dos tiempos. En el comienzo de la enfermedad Schreber in- terpreta que se trata de un complot donde se le exige “dejar mi alma en poder de ese hombre, y entregarle mi cuerpo transformado en femenino para que abuse sexualmente.” En un segundo tiempo se trata de la feminización como una exigencia“normativizante”, pues dice en sus Memorias: “…se me hizo consciente, sin duda, que el orden cósmico exigía la emasculación. Por motivos racionales debía resignarme a transformarme en mujer, y a ser fecundado por los Rayos Divinos.”Entre ambos tiempos ha tenido lugar lo que Freud reconoce como un pasaje de la persecución al delirio de grandeza, donde el yo resulta compensado por la pérdida exigida. Dios se presenta como el retorno del padre amado; la emasculación queda justificada; la voluptuosidad femenina que lo embarga progresivamente deviene piadosa, no lo define en una posición homosexual: “…no es una baja sensualidad, ni me aparece avidez sexual en el trato con los hombres.”
El delirio de grandeza se constituye así como metáfora delirante, permitiendo una estabilización. Surge como una decisión del sujeto, posibilitada quizás por la homofonía entre Selig (difuntos), y Seele (dicha).
En su sentido, se trata de una relación entre la cosmología sobrenatural creada por el delirio y la dicha de la voluptuosidad femenina, creada por una relación de homofonía. Lacan entiende que de este modo Freud establece que para el inconsciente se privilegia el significante sobre el significado.
Por otra parte, efectivamente el análisis freudiano del texto concluye con una extraordinaria propuesta: todas las presentaciones de la paranoia se ordenan según su estructura gramatical, como contradicciones a una única afirmación: “yo (un hombre) le amo (a un hombre). El delirio persecutorio contradice al verbo; la erotomanía contradice al complemento; los celos delirantes al sujeto.
Lacan, en el Seminario “Las psicosis”, y en el Escrito “Una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, desarrolla un análisis del cual se desprende, como enunciado y como enunciación, el gran interés de esta estructura por lo que revela de la relación del hombre con el significante.
Formaliza su falla como la ausencia de inscripción de un significante fundamental, el significante del Nombre del Padre ( en sus últimos seminarios hará una formalización según anudamiento y escritura, pero no modifica –en mi criterio- el sentido de la forclusión).
Lo que da cuenta de esta falla es que “…al llamado del Nombre del Padre responde, no la ausencia del padre real, sino la carencia del significante mismo…responde en el Otro un simple agujero, el cual por la carencia de efecto metafórico provocará un agujero correspondiente en el lugar de la significación fálica.” Es el daño que el enfermo define, en la “lengua fundamental”, como “asesinato del alma.” Ese Dios que se aleja en un hiperespacio, ese Dios que no entiende a los hombres , que no responde, es el significante que se ha callado en el sujeto. La vivencia de fin de mundo, en el período estuporoso, da cuenta de la muerte del sujeto: “…tenía del hospital una impresión de total abandono…nada veía de los otros pacientes…hacia marzo de 1894 me mostraron un periódico con mi propio aviso de defunción.”
El crepúsculo del mundo es la regresión mortífera al estadío del espejo,:“un cadáver leproso que arrastra a otro cadáver leproso” es la imagen sin metáfora del yo schreberiano con su partenaire imaginario.
En la etapa de reconstrucción provista por la metáfora delirante, el significante retornará en “el milagro del aullido”; los “llamados de socorro de Dios”; el milagro de los pájaros que hablan; el goce transexualista que libidiniza su imagen en el espejo.Lacan ubica en el Esquema I el estadío terminal de la psicosis y su recomposición, lo cual permite a la vez su comparación con el Esquema R donde establece el orden RSI en la neurosis (ambos en el Escrito mencionado).
En cuanto al diagnóstico diferencial, afirma la necesidad de sostenerlo en la relación del paciente con el lenguaje y el discurso. En relación a Schreber destaca la producción de fenómenos de código y fenómenos de mensaje. En ambos predomina la función del significante, antes que la del significado. En los primeros el significante mismo es el objeto de la comunicación: “Obtuve conocimientos que los psicólogos envidiarían”.
Los segundos, las frases interrumpidas que se le imponen, apuntan a determinar la posición del sujeto en la locución, antes que alguna clase de contenido.
Finalmente, respecto a una causalidad de la psicosis, a Lacan le interesa destacar precisamente el lugar que el padre y la madre del enfermo han dado al significante en la promoción de la Ley, dado que el Nombre del Padre constituye la ley del significante. Por ejemplo un padre asumido como legislador no podría sostener esa articulación.
El desencadenamiento mismo remite a un llamado al Nombre del padre, que no encuentra registro en el Otro. Queda entonces el sujeto tomado en un campo de agresión erotizada. Por el agujero abierto en el significado “esa falta inicia retoques del significante de donde proviene el creciente desastre imaginario.” Basta con que “Un-padre” (confesor, médico, autoridad) se sitúe en la posición tercera que induce el llamado. Por eso no es contradictorio que la primer crisis se desencadene cuando no es electo a una alta magistratura, y la segunda cuando es electo.
Es decir, no se trata de la institución o la destitución del padre, sino de que el Nombre del Padre se instituya como ley del significante.

SINTESIS REUNIÓN 10/06DICTANTE: Silvia Szuman LOS FENÓMENOS ELEMENTALES
Automatismo mental, fenómenos elementales, experiencia enigmática, realidad y certeza, alucinación.
G.G. de Clérambault (1872-1934), es contemporáneo del movimiento por el que la psiquiatría clásica, (representada en Francia entre otros por Magnan y Séglas, y en Alemania por Kraepelin), se transforma en la psiquiatría moderna, (corrientes: psicodinámica introducida en la psiquiatría por Jung y Bleuler, y fenomenológica con Blondel). Su obra se ubica en este período de viraje en la historia de la psiquiatría. “El último y sin duda el más brillante de los clásicos comenzaba su obra en el instante de los grandes cuestionamientos…auténtico anacronismo viviente”, comenta Bercherie[1]. La originalidad de su pensamiento le permitió abordar de una manera impresionante la clínica de las psicosis. Dice su biógrafa, Elisabeth Renard: “Era un genio. Cualquiera fuera el género de conocimiento sobre el que se posaba su curiosidad, procuraba abrazar el misterio hasta su íntima estructura”. Clérambault fascinaba por la gran precisión y sistematización de sus observaciones, y por la claridad de su pensamiento. Sus clases en la Sociedad Clínica eran memorables. Simultáneamente enseñaba a los estudiantes de Bellas Artes acerca del drapeado de las telas, el dobladillo festoneado, los pliegues. Era un apasionado por la fotografías de drapeados, en especial marroquíes.
Disponemos de dos tipos de textos suyos:
-Obra psiquiátrica, 1942, compilación póstuma, prologada por Paul Guiraud, publicada a instancias de un comité de alumnos y amigos suyos, bajo el cuidado de Jean Falret,. Se agotó rápidamente. Contiene comunicaciones orales y artículos publicados en diversas revistas.
-Certificados, famosos, algunos se reproducen en el libro citado y muchos se conservan en los archivos hospitalarios, donde fueron objeto de investigaciones organizadas por el GRAP, grupo de investigación de los archivos psiquiátricos de Sainte-Anne, dirigido por Marcel Czermak. “Cada uno era concebido como una pieza artística, con un laconismo imperial, con una precisión inigualada…sus certificados proporcionaban verdaderas fotografías de los casos”. La práctica clínica que los sustenta es extremadamente minuciosa. Debatía largamente con los enfermos, a veces horas y a diario, para relevar datos biográficos, acontecimientos vitales y finas descripciones semiológicas. Era un clínico excepcional. Realizó presentaciones de enfermos ininterrumpidamente y por muchos años frente a estudiantes de Medicina y Derecho. Se desempeñó como psiquiatra durante 30 años, fue médico jefe de la Enfermería Especial de la Prefectura de Policía, estación de clasificación, donde se recibían y derivaban las urgencias psiquiátricas médico-legales durante las 24 hs del día.
Es de destacar la mirada que dirige sobre el discurso de los pacientes, una mirada sensible de esteta, con la agudeza de la mirada del clínico, que va desde la envoltura de las vestimentas hasta la perturbación molecular del pensamiento elemental. Sus escritos no se limitan al automatismo mental y la erotomanía, incluyen: delirios colectivos, delirios tóxicos, epilepsia, psicosis pasionales, pasión erótica de las telas en la mujer. Textos diversos orientados por una preocupación: la investigación de los mecanismos generadores de la psicosis. Se propone hacer volver la psiquiatría al terreno científico a través de la neurología, apartándose así de las explicaciones psicológicas de la personalidad. Fuera de toda causalidad psicológica, los fenómenos tienen un origen orgánico. Construye un Dogma. Describe el principio generador común de todas las psicosis alucinatorias, el automatismo mental, que es a su vez causante del delirio. Distingue entre psicosis y delirio. Entiende por psicosis: el fondo material, histológico, fisiológico, necesario para producirla; y por delirio: el conjunto de temas ideicos y sentimientos anexos, no es la psicosis, sino una construcción secundaria de ésta, producto intelectual sobreañadido, la Novela. Diferencia entre síntoma psicótico y psicosis. “Los delirios, las convicciones y los sentimientos, se transmiten, pero no las psicosis…El automatismo mental, no se transmite y se inserta entre los mecanismos generadores de la psicosis, es la causa”.
¿Qué es el automatismo mental?Es el fenómeno básico que se produce en toda psicosis alucinatoria crónica, en la cual el delirio ocupa un lugar mínimo en relación a los fenómenos alucinatorios: “la mayor parte de los sujetos llamados en lengua corriente perseguidos son conciliadores: se muestran confiados en su relación con el médico, complacientes, expansivos, a veces alegres”, Clérambault. Esta psicosis se puede descomponer en dos partes: 1) Un núcleo, el automatismo mental, de origen lesional; subconsciente, anideico, neutro y atemático, que genera la sintomatología del “pequeño automatismo mental”.2) Una superestructura, el delirio. El intelecto razonador, “a menudo intacto” está obligado a buscar una respuesta, aunque no siempre lo logra, y lo genera de manera secundaria. El delirio se ve influenciado por: las aptitudes imaginativas o interpretativas del sujeto; sus cualidades intelectuales preexistentes; una predisposición hostil en la constitución paranoica; la subjetividad de la época. Sólo la construcción intelectual secundaria merece el nombre de persecución, por eso considera a sus pacientes como perseguidos sin persecución, o falsos perseguidos.
Clérambault reconoce el aporte de sus predecesores. Algunos fenómenos clásicos son bien conocidos y ya fueron descriptos por Baillarger y magistralmente por Séglas. Se trata del pensamiento anticipado, del eco del pensamiento, del eco de la lectura, de la enunciación de los actos, de las impulsiones verbales. Estos fenómenos son ideicos, verbales, más tardíos. Baillarger ya hablaba del automatismo (ejercicio involuntario de la inteligencia y la memoria) en la génesis de las alucinaciones.
¿Cuál es concretamente su aporte? Hay una serie de “fenómenos dejados en la sombra” por los predecesores acerca de los cuales Clérambault aporta una mirada innovadora: los fenómenos iniciales, puramente verbales, pero sobre todo puramente psíquicos. El sujeto cree en la inminencia de un pensamiento que él reconoce y no puede definir. Este fenómeno “es la percepción de la sombra de un objeto que acaba de pasar”, Clérambault.
¿Cómo comienza? Con el síndrome nuclear, pequeño automatismo mental, que luego llamará síndrome de pasividad. Tiene al principio un carácter neutro (sin afecto), anideico (no contiene ninguna idea) y atemático (sin temas). Comprende:
a-Fenómenos sutiles: interferencias que perturban el curso del pensamiento y no tienen un contenido; positivos, negativos, mixtos.b-Fenómenos ideoverbales: Triple eco:1) del pensamiento;2) de la lectura;3) de los actos, enunciados y comentados, antes, durante y después de realizada la acción. Son también neutros, atemáticos, anideicos.
“Indiferenciado al principio, el pensamiento se torna gradualmente auditivo o verbomotor; las voces se constituyen con cuatro características: verbales, objetivas, individualizadas y temáticas”. Con los fenómenos alucinatorios asociados se constituye el Gran Automatismo o Triple Automatismo:
-motor-ideico-ideoverbal
En el artículo de 1920, “Automatismo mental y escisión del Yo”, describe la fractura en el Yo que estos fenómenos determinan hecho por el cual se perciben como extraños. La extrañeidad
es correlato de la percepción de una escisión del Yo: “no integración en la conciencia, desapropiación…El paciente reconoce a veces espontáneamente la subjetividad de todos sus trastornos. No son mis vecinos los que me hablan, eso viene de mi, eso no habla al oído, viene de lejos”. de Clérambault comentaba en 1926, que semejantes fenómenos se presentan en todos nosotros en estado latente, pero que se los reprime, o , se anulan por si mismos. En el pensamiento patológico se intensifican, se amplifican, hasta imponerse al pensamiento conciente.
El valor de núcleo del Automatismo Mental es descripto en tres niveles: estructural, temporal y originario.
Estructural: representa la estructura de base alrededor de la cual se organiza el delirio. Temporal: inicial y primero.
Ambigüedad del nivel originario: cumple un papel causal importante, pero resultaría a su vez de una causa mecánica histológica.
A de Clérambault le interesa el nacimiento del pensamiento, la formación del pensamiento elemental y el paso del pensamiento al lenguaje.
de Clérambault se pregunta cómo diferenciar estos fenómenos, del mentismo banal de un solitario y ¿qué relación existe entre ellos? “Tal vez ninguna”, se reponde. “Entre los procesos enumerados hay varios que figuran, al menos en forma reducida, en el juego del pensamiento normal o subnormal, en los estados de fatiga, de insomnio, de neurastenia…el eco puede ser simultáneo, consecutivo o anticipado. Esta última forma muestra que se trata de un desajuste en el mecanismo del pensamiento”. No existe una diferencia intrínseca entre el pensamiento normal y el automatismo mental en sus comienzos. Con respecto a la ideorrea escribe: “Los pensamientos adventicios de la enferma no son otros que los que en el sujeto normal estarían reprimidos, se notan más porque se imponen”.
Usa indistintamente: inconsciente, preconsciente, subconsciente, reprimido. Personalidad consciente: Yo.
Sus observaciones tienen un sentido fundamentalmente descriptivo. No está en juego una dimensión pulsional. Tiene una preocupación por la precisión cronológica. Se trata de una fenomenología de la conciencia y de la subjetividad conciente, la escisión que el AM produce es de origen mecánico. Es notable la fina observación de Clérambault en relación a ese breve período en el que el paciente oscila entre el sentimiento de pertenencia y el de extrañeidad, doble movimiento en relación con la eclosión del trastorno psicótico.
La ausencia de organización temática de los fenómenos iniciales le hace suponer la causa orgánica, y la describe como un proceso histológico irritativo de progresión serpiginosa. “Las teorías antiguas de los Delirios Alucinatorios de Persecución están teñidas de Ideogenismo…esta explicación es imposible…el AM es una secuela de procesos tóxicos o infecciosos”. De este modo saca a las psicosis con base de AM del marco de la psiquiatría y las integra en la patología general. Fueron estas concepciones patogénicas el blanco de las críticas.
Sus concepciones se pueden caracterizar como mecanicistas, de un constitucionalismo estrecho, y sin embargo tienen un carácter paradojal:
Cuando se refiere a un proceso histológico irritativo, no describe en concreto ninguna lesión, parece estar hablando de sífilis, pero no da detalles. Se trata de una “histología supuesta”, imaginaria, inferida de la clínica y no del examen anatomopatológico. La visibilidad se detiene en el síntoma, no en la lesión. Lo que describe y despliega como corte histológico es el discurso de los pacientes, plantea Martine Girard[2].
En 1919, Tausk, escribe “Sobre la génesis del aparato de influir en el curso de la esquizofrenia”, es la misma época en que Clérambault, 1920 publica “AM y escisión del Yo”.
Ambos se interesan por la evolución de los síntomas. Para Tausk el aparato de influir es una manifestación tardía de la enfermedad, resulta de la evolución de un síntoma que comenzó por un simple sentimiento de transformación. La construcción persecutoria delirante es también defensiva, tardía y secundaria. Para ambos la necesidad de explicación es inevitable y es generadora de las construcciones delirantes. Por otra parte: Tausk: dice: “se le hacen pensamientos al enfermo”, “me dan ideas que no son mías”, el pensamiento viene del exterior. El “se” es personificado de manera delirante a través de la máquina de influir en Tausk, o a través de la histología en Clérambault.
En 1927 Clérambault toma partido por las metáforas, por el sentido figurado. En una carta, dice:”…yo no elijo ni excluyo ninguna región, los epítetos de basal y nuclear fueron empleados por mi en sentido figurado y designan un conjunto clínico, no una región anatómica”. Está recusando la ambigüedad del valor originario y causal del síndrome nuclear. “El término personalidad segunda, como el de pensamiento neoplásico, no puede ser más que una metáfora. personalidad segunda no es una zona definida del cerebro, es un sistema de asociaciones”.
El malentendido se resuelve, en el artículo “El rol de la afectividad en las psicosis alucinatorias crónicas”, donde distingue entre “origen y fabricación”, 1° tiempo es neurológico, el 2° momento se despiertan bloques ideo-afectivos nuevos o antiguos, afectivos y psicológicos.
Clérambault es absolutamente insistente en cuanto a la naturaleza histológica del AM, y al rechazo de la ideogénesis, con lo cual persevera con la extrañeidad del síndrome, la afectividad es pasiva en relación con causas orgánicas. Rechaza, por otra parte, las etiologías organicistas de algunos autores en lo relativo a la Erotomanía, al cual describe como un sindrome psicológico. Perspectiva psicogenética en las psicosis pasionales, determinismo psíquico del núcleo generador del delirio.
En 1927 propone que al AM se lo denomine síndrome S. ”El término
La Teoría del Automatismo Mental (el síndrome S) da unidad al conjunto de fenómenos alucinatorios: todas las variedades de alucinaciones verdaderas o pseudoalucinaciones fueron agrupadas en un solo síndrome. El A.M. no nos saca del horizonte humano, por el contrario, es la variante más manifiesta y dramática de nuestro desamparo. Como lo indicaban Daumézon y Lantéri-Laura en 1961, “es una alteración de la totalidad del lenguaje, que se da como una alienación del discurso del sujeto fuera del alcance de toda influencia externa”.
La clínica del A.M. describe la ruptura de la cadena significante y pone de relieve sus consecuencias. Emancipación del pensamiento que el sujeto no reconoce como propio. “Eso” se pone a hablar solo, eco del pensamiento, enunciación de los actos, y habla mal…Se trata de un sujeto petrificado en sus certezas.

Fenómenos elementales
En la pregunta por lo elemental en la psicosis, Jaspers es insoslayable. Critica a la psiquiatría por considerar que su esfuerzo por la clasificación desatiende lo primario de la psicosis. Afirma: el fenómeno psicótico es elementalmente incomprensible para el observador. Esto marca el inicio del concepto de estructura. Se trata de una estructura distinta que no se rige por los mismos códigos que la neurosis. Las psicosis tienen una ley que no comprendemos, “su propia ley”. Lo que ocurre se presenta como ininteligible para el observador, mientras que el psicótico tiene absoluta certeza de su saber. Se trata de un cambio psíquico, algo totalmente nuevo. ¿Cuál es la matriz de este fenómeno elemental? La “experiencia delirante primaria”: intuiciones súbitas, certezas, sensaciones indescriptibles del cuerpo.

Vamos a partir de la siguiente afirmación: el lenguaje es condición del inconsciente
¿En qué pudo haberle interesado este “delirio histológico” de Clérambault a Lacan? ¿Por qué lo consideró un gran aporte? El interés de Lacan por el FE corre parejo con su interés por cernir el desencadenamiento de la psicosis, y lo considera un criterio de primer orden en el diagnóstico de la misma. Valora el reagrupamiento semiológico, producto de una minuciosa observación clínica. No es fácil descubrir esta denominación Fenómeno Elemental en Clérambault. Encontramos en cambio, “fenómeno primordial”, “problema inicial”.
Lacan es uno de los pocos que valora la enseñanza de Clérambault. En “De nuestros antecedentes”, escribe: “Su AM, con su ideología mecanicista de metáfora, muy criticable sin duda, nos parece, en su manera de abordar el texto subjetivo, más cercano a lo que puede construirse por un análisis estructural que ningún esfuerzo clínico en la psiquiatría francesa”.

¿Cuál es el estatuto del fenómeno elemental? ¿Está siempre presente en la psicosis? ¿Tiene la misma estructura que el delirio?
E n el FE se intenta articular una hipótesis que combine: la indeterminación total al nivel del sentido, la perplejidad, con la designación insoportable del sujeto a nivel de la significación.
Lacan funda el AM en la estructura, en tanto ésta implica que toda palabra se forma en el A, siendo así, ¿cómo es que no queda alterada la totalidad del lenguaje? En el seminario XXIII, y en relación a la presentación de un caso de locura que empezó por las palabras impuestas, comenta: ¿Cómo es que no sentimos todos que unas palabras de las que dependemos, nos son de alguna manera impuestas? Es precisamente en eso que lo que llamamos un enfermo llega algunas veces más lejos que lo que llamamos un hombre normal. La cuestión es saber por qué un hombre normal no se da cuenta que la palabra es un parásito, un enchapado, es la forma de cáncer que aqueja al ser humano. ¿Cómo es que hay quienes llegan a sentirlo? Nos creemos autores de nuestro pensamiento. Es por una inversión, que desconocemos que somos marionetas de un discurso que nos preexiste”. Es por esta vía que situaremos “al alucinado, para quien el A no está velado, y se sitúa fuera del alcance de nuestras componendas imaginarias”.

En el AM está en juego un saber sobre el lenguaje, un saber que lastima, un saber que no se sabe, que no se transmite. Recordemos que la forclusión pone en juego un goce que se presenta como un saber intrusivo. Este saber se experimenta como una certeza en relación a una significación plena que acompaña al sinsentido de un pensamiento o una percepción, hay en esa certeza un goce real que concierne al sujeto. El retorno en lo real no consigue cifrar el desborde de goce.

Los FE se manifiestan de dos modos:
-como preguntas (perplejidad, sentimientos enigmáticos), consecuencia directa de la forclusión del NP;
-como tentativas de respuesta (significación personal, alucinaciones, etc).
El psicoanálisis no puede dejar de percibir las analogías entre lo normal y lo patológico que el AM puso en evidencia. Se trata siempre de las maneras como cada sujeto dispone de la relación que remite al A. El alucinado toca un límite que no puede dejar de experimentar, el neurótico, en cambio, olvida ese límite y se pasa la vida buscándolo.
Estamos hablando de fenómenos de significación problemática, noción que aparece en distintos textos de Lacan como “fenómeno elemental”, “experiencia enigmática”, “vacío enigmático”. El FE es primario, inicial, sin causa exterior, los factores que determinan la psicosis están ahí, está en el principio del desencadenamiento, irrumpe, es parasitario, heterogéneo a la personalidad, de tonalidad enigmática (Jaspers: los acontecimientos significan algo pero no significan nada preciso).
No vamos a suponer que toda la teoría lacaniana de la psicosis está contenida en el sistema de Clérambault. Tanto uno como otro le dieron una importancia capital al FE, ambos lo tomaron como punto de partida para su ensayo estructural, pero por distintos caminos. Es a partir del axioma del inconsciente estructurado como un lenguaje, a partir de la teoría del significante, que Lacan se interesa por cómo se ordena el sujeto en esa estructura que es la psicosis.
Voy a comentar algunos pasajes del seminario III donde se refiere a esta cuestión:
(32-33-35) “Si leen el trabajo que hice sobre la psicosis paranoica, verán que enfatizo allí lo que llamo, tomando el término de mi maestro Clérambault, los fenómenos elementales, y que intento demostrar el carácter radicalmente diferente de esos fenómenos respecto a cualquier cosa que pueda concluirse de lo que él llama deducción ideica, es decir lo que es comprensible para todo el mundo. Ya desde esa época subrayo con firmeza que los fenómenos elementales no son más elementales que lo que subyace al conjunto de la construcción del delirio. Son tan elementales como lo es, en relación a una planta, la hoja en la que se verán ciertos detalles del modo en que se insertan e imbrican las nervaduras: hay algo común a toda la planta que se reproduce en ciertas formas que componen su totalidad. Asimismo encontramos…siempre la misma fuerza estructurante...lo importante no es que sea un núcleo inicial…el delirio no es deducido, reproduce la misma fuerza constituyente, es también un fenómeno elemental. Es decir que la noción de elemento no debe ser entendida en este caso de modo distinto que la de estructura, irreductible a todo lo que no sea ella misma”. El delirio no se deduce del FE, es un FE, reproduce la misma fuerza constituyente, siempre la misma fuerza estructurante, el FE es irreductible a lo que no sea el fenómeno. Agrega: en la paranoia el fenómeno elemental irreductible está a nivel de la interpretación. (37) Si ubica la interpretación acá podríamos pensar que hay algo comprensible en juego y dice que puede haberlo, un núcleo comprensible, pero eso no tiene el mínimo interés. “Lo que es sumamente llamativo es que es inaccesible, inerte, estancado en relación a toda dialéctica. Tomemos la interpretación elemental. Entraña un elemento de significación, pero ese elemento es repetitivo, procede por reiteraciones…el fenómeno está cerrado a toda composición dialéctica. El fenómeno de interpretación se articula entre el yo y el otro.
(94) Más adelante: “el pensamiento del comienzo se presenta legítimamente como el atisbo del tema final” (Schreber). ¿La misma fuerza estructurante? Hasta ahora hemos hecho una articulación entre fenómenos elementales y detención de las significaciones. El carácter ideicamente neutro es tomado por Lacan como la particularidad propia del significante. Se trata de un sujeto frente a sus signos. ¿Qué son esos signos? Albert Fontaine comenta lo siguiente: “Esos signos son el modo en que el significante aparece bajo su modalidad definicional. Porque la definición del significante es ser diferente a él mismo. Cada uno de esos significantes va a remitir a su valor de diferencia, y es este valor de diferencia introducido en el mundo por el significante lo que constituye el enigma de su sufrimiento. El enigma del deseo del A que en él aparece bajo una forma terrorífica…para que esto no ocurra es necesario un sólido anclaje narcisista”. Este significante hace signo.
¿Qué otras precisiones podemos hacer?
En la pag 110 Lacan retoma esta cuestión por el sesgo de la alucinación y hace un comentario que tiene un gran interés clínico. Comenta que es muy fácil obtener del sujeto la confesión de que lo que él oye, nadie más lo ha oído. “Sí, de acuerdo, sólo yo lo oí”. ¿Cómo es esto? De lo que se trata, lo que está en juego, no es la realidad. El sujeto admite, por todos los rodeos posibles, que esos fenómenos son de un orden distinto a lo real, sabe bien que su realidad no está asegurada, incluso admite hasta cierto punto su irrealidad. Pero, a diferencia del sujeto normal para quien la realidad está bien ubicada, él tiene una certeza: que lo que está en juego-desde la alucinación hasta la interpretación- le concierne. En él no está en juego la realidad, sino la certeza. Diga lo que diga acerca de la realidad, nada afecta su certeza, que es que eso le concierne. Esta certeza es radical. La índole del objeto de su certeza puede ir desde la malevolencia hasta la benevolencia del objeto. Pero significa para él algo inquebrantable. Esto constituye lo que se llama con o sin razón, fenómeno elemental o también creencia delirante, fenómeno más desarrollado. Comenta Allouch: “Esta certeza del saber, no del sujeto, sino del A, es un signo inequívoco, cuyo valor de verdad queda claramente indicado en la célebre anécdota del loco que se tomaba por un grano de trigo. Se cuenta que un alienado creía ser un grano de trigo. Puesto que parece criticar perfectamente su delirio, el psiquiatra lo deja en libertad. Pero resulta que inmediatamente después de haber salido del manicomio regresa corriendo al consultorio del médico. “¿Qué le sucede ahora?” y el recién curado contesta: “Hay una gallina allá afuera!”. “Pero ud ya sabe que no es un grano de trigo”. “Yo sí doctor, ¿pero ella lo sabrá?”.
Ubicamos en Schreber, el “asesinato del alma” como fenómeno inicial en la concepción de esa transformación del mundo que constituye su delirio, fenómeno que se presenta como absolutamente enigmático.
(124) Se trata entonces de definir el fenómeno psicótico. Dice: “es la emergencia en la realidad de una significación enorme que parece una nadería –en la medida que no se la puede vincular a nada, ya que nunca entró en el sistema de la simbolización- pero que, en determinadas condiciones puede amenazar todo el edificio”. Hay manifiestamente en Schreber una significación que le concierne y que es rechazada, cuyo surgimiento determina la invasión psicótica. Esa significación rechazada tiene que ver con la bisexualidad primitiva, que de entrada se le presenta como una pregunta sobre el sexo. Lo que retorna en lo real aparece bajo el registro de la significación, de una significación que no viene de ninguna parte, no remite a nada, significación esencial, que le concierne.
(359)”Si el neurótico habita el lenguaje, el psicótico es habitado, poseído por el lenguaje. Tomamos del lenguaje la noción misma de estructura. No es un mecanismo”. Vuelve a Clérambault, dice, que lo que éste delimitó como fenómenos elementales de la psicosis, el pensamiento repetido, ¿qué es sino el pensamiento redoblado? y con el pretexto de que hay allí una estructura formal, deduce que se trata de simples fenómenos mecánicos. Desconocer la noción de estructura interna del lenguaje le hizo suponer el origen mecánico. Lo cual es insuficiente. Es mucho más fecundo concebirlo en términos de estructura interna del lenguaje. El mérito de Clérambault es haber mostrado su carácter ideicamente neutro, o sea discordante con los afectos, que ningún mecanismo afectivo basta para explicarlo, y que para nosotros es estructural. Poco importa la debilidad de la deducción etiológica, frente a lo que valoriza, que es preciso vincular el núcleo de la psicosis con una relación del sujeto con el significante, en su aspecto más formal, de puro significante, y que todo lo que se construye a su alrededor no son más que reacciones de afecto al fenómeno primero”.
Tenemos por una parte:
-fenómenos elementales, en términos fenomenológicos, descriptivos, un conjunto de signos y síntomas, que nos orientan acerca del desencadenamiento de una psicosis.
Por otra parte:
-fenómeno elemental-estructural, del orden del lenguaje, el significante hace signo, pone en juego un saber intrusivo, enigmático, inefable, momento en que la significación se detiene, se acompaña de perplejidad y de la certeza de que esa experiencia le concierne, no se limita al desencadenamiento.
El AM es lo que discierne, es un operador. Clérambault nunca dio una definición invariable del fenómeno y, al final, lo redujo a la letra inicial de la palabra síndrome, S. Con su introducción logra una extraordinaria simplificación de la clínica de las psicosis, la atraviesa, deshace las entidades que hasta entonces podían considerarse bien establecidas, como la psicosis de Magnan. S está planteado como la forma inicial de toda psicosis (con excepción de la paranoia verdadera y del puro delirio interpretativo de Sérieux y Capgras).
Fundamos el síndrome en el grafo de la comunicación intersubjetiva: que el emisor sea el receptor es lo normal, la perturbación psicótica es que se experimente como tal. Sin duda Clerambault era mecanicista pero de un mecanicismo metafórico. A pesar de que no lo diga se propone separar lo que es del orden de la estructura, de lo psicológico. Hizo mecánico a su automatismo para conservarlo autónomo. Lo hizo neutro y primitivo, es decir, significante y estructural. S quiere decir: nada. (atemático, anideico, neutro).
¿Cuál es la falla producida en el orden simbólico, generadora de la psicosis, a través de la cual pueden explicarse los fenómenos elementales? La exclusión del A, la palabra delirante entraña esa exclusión, y de allí que lo que concierne al sujeto será dicho por el pequeño otro, es en ese intervalo entre ambas relaciones, del A al a, el otro que es yo, donde debe situarse la dialéctica del delirio. El A no está velado, siendo el mismo sujeto el que plantea la voz que habla y el que escucha antes de responder, la escucha “realmente”. La alucinación está constituida por el propio mensaje del sujeto.

ALUCINACION
Durante muchos siglos esta palabra tuvo múltiples acepciones y es recién en los albores del siglo XIX cuando se fija su sentido y la expresión “percepción sin objeto” llega a ser admitida por todos, con ciertos matices.
La palabra proviene del latín hallucinatio, significa error, extravío, engaño, desvío de la razón. Las lenguas romances la incorporan para un uso corriente hacia 1660, siendo tomada por la medicina algunos años más tarde.
En 1838, Esquirol reduce la polisemia del término gracias a una definición restrictiva inaugurando el terreno propio de las alucinaciones dentro del conjunto de la patología mental. La definición que se le adjudica de “percepción sin objeto”, no se encuentra en sus escritos y probablemente forme parte de su enseñanza oral.
Esquirol muere a fines de 1840. Sus alumnos continúan su obra. Baillarger, por ejemplo, elabora una semiología muy detallada y propone una distinción entre alucinaciones psicosensoriales y alucinaciones psíquicas. Alucinaciones psicosensoriales: compuestas por dos elementos, la acción de la imaginación y de los órganos de los sentidos, corresponde a la voz alucinada. Alucinaciones psíquicas: debidas al ejercicio involuntario de la memoria y la imaginación, carecen de elemento sensorial. El paciente se escucha el pensamiento y las refiere al campo del lenguaje. Lacan comenta que estos postulados abrieron el camino para lo que constituyó una pequeña revolución, la hazaña de Séglas cuyo aporte esencial fue individualizar las alucinaciones motrices verbales. Observó en los alucinados acompañamientos mímicos, que ellos no percibían. Ellos mismos articulaban, sabiéndolo o no, las palabras que acusaban a las voces de haber pronunciado. Se percató de que la alucinación auditiva no tenía su fuente en el exterior. De esta manera desprende la alucinación de lo sensorial y la ubica en el campo del lenguaje. Para él se trata mucho menos de una percepción sin objeto, que de la innegable irrupción del lenguaje proveniente de otro lugar.
Pero el contexto psiquiátrico mismo nos suministra otro punto de referencia. Intentando dar cuenta de las psicosis y partiendo de la paranoia, Freud responde de hecho a las controversias contemporáneas sobre la naturaleza de las alucinaciones, y en particular a un cierto agotamiento de la tendencia organicista.
En “Las neuropsicosis de defensa” 1894, plantea un mecanismo doble en la génesis de las alucinaciones.
-Por una parte el yo rechaza la representación primaria del episodio incestuoso, intolerable, conjuntamente con su afecto, (mediante el mecanismo de la proyección).
-Por otra parte, los pensamientos conexos, que en un principio son inofensivos, se fortalecen, se hacen audibles, alucinados y es imposible sustraerse a ellos.
Todo ocurre como si Freud supusiera una estructura de enunciación normal, que el rechazo vendría a destruir, al enfrentarse con los reproches de los cuales el sujeto intentó en un comienzo desembarazarse.
Algunos años después, en su correspondencia con Jung (25 F, 1907), Freud diferencia la proyección paranoica hacia el exterior, de otras proyecciones: “No es que yo piense que la libido se retira del objeto real para arrojarse sobre la representación fantástica sustitutiva, con la que emprende luego su juego autoerótico, aunque en realidad no es autoerótico porque tiene un objeto, real o fantaseado. Creo, por el contrario, que la libido abandona la represtación del objeto, la cual, precisamente por ser despojada de la ocupación, que la ha caracterizado como interior, es tratada como una percepción, y puede ser proyectada hacia fuera…la represión falla por completo, la libido que acude de nuevo busca al objeto convertido ahora en percepción, constituye las ideas delirantes más intensas, la libido se transforma en convicción (certeza), se establece la modificación del yo, ello da lugar a la paranoia pura”.
En el artículo “Un caso de paranoia contrario a la teoría psicoanalítica”, 1915, podrán leer el desencadenamiento de un delirio, a partir de un fenómeno que se hace signo, un ruido que se enlaza con una conversación que confirma una sospecha. En ese momento se constituye la certeza.
“La voz me parece la cosa más misteriosa del hombre, uno de los misterios más oscuros y antiguos. Los fundadores de las grandes religiones no escriben, hablan. Orfeo canta y es gracias a su voz que vence a la muerte” Antonio Tabucchi.
La psicosis es el lugar de comprobación más espectacular de la afirmación lacaniana “el inconsciente es el discurso del Otro”. En el primer capítulo del escrito “De una cuestión preliminar...” Lacan da cuenta de una nueva manera de concebir la alucinación verbal.
Cuestiona el axioma “la alucinación es una percepción sin objeto”, aún vigente. ¿De qué manera? En sus fundamentos. ¿Cuáles son esos fundamentos? La teoría del conocimiento que dice que en la estructura normal de la percepción, en la manera corriente de pensarla, tenemos un sujeto cognoscente frente al cual se ubica un objeto cognoscible, a conocer. Este objeto impresiona los sentidos a consecuencia de lo cual se generan una serie de juicios de los que resulta el conocimiento. Llevado al campo de la psiquiatría las consecuencias serán obvias: el supuesto de la percepción normal reside en que un sujeto, un yo unificado, realiza activamente el acto de percibir y sacar sus conclusiones. Si la realidad está implicada en lo percibido, la percepción será objetiva y normal. En cambio, si la realidad no está implicada, si no hay objeto, habrá error. La aparición de la alucinación es imputada al percipiens. Esta doctrina se basa en la mirada de un sujeto no afectado por la división subjetiva que introduce el significante.
Lacan invierte esta perspectiva, y se pregunta: ¿qué clase de sujeto hay que suponer a la percepción sin objeto? Partimos de la concepción de un sujeto que no es activo sino que padece los efectos del significante, un sujeto del inconsciente, dividido. Es la palabra la que estructura el perceptum y en consecuencia, la percepción del mundo no se encuentra por fuera del campo del lenguaje. Es justamente por el lenguaje que la percepción adquiere consistencia. Es decir, la percepción es un hecho de lenguaje. No hay percepción que no esté afectada por el lenguaje. Esta es la consecuencia fundamental, con lo cual está diciendo que reconoce al perceptum un alcance causal, cuyos efectos de división recaen no sobre un percipiens, sino sobre un sujeto. En el seminario III, Lacan comenta que el poder nombrar los objetos estructura la percepción misma. Lo percibido no se sostiene si no es en una zona de nominación. Este es precisamente el eje alrededor del cual se construye la reformulación teórica de Lacan sobre la alucinación verbal. Esto es, primariedad del perceptum, en tanto que estructurado como un lenguaje. La cadena significante se impone por si misma en la dimensión de la voz, sin que intervenga ninguno de los órganos de los sentidos. La alucinación es verbal, quiere decir que es un hecho de lenguaje. El perceptum no tiene nada sino lo que le hacemos decir. Jinkis: “sólo veo, huelo y escucho diferencias significantes”, éste es el sentido que Lacan da a lo verbal de la alucinación. Si algo percibimos son las diferencias significantes. La percepción está estructurada por el significante mismo.
De los cuatro objetos a, lo específico de la voz es que está al mismo tiempo en el interior y en el exterior. Pronunciada adentro se escucha afuera. La voz, que es inseparable del significante, es sin embargo su raíz. La voz no es una percepción, sino que es efecto del significante, es lo que se separa del cuerpo. No es el significante, si bien no hay uno sin el otro. El significante es sonido y tiempo, sonido y escansión, diferencia sonora y escansión temporal La diferencia aislada del sonido, que hace que cada uno sea uno, es el rasgo unario. La voz se oye (ruido), el significante se escucha (materialidad, discernimiento), y lo que se lee de lo que se escucha es el significado s(A), sanción del A. Al leer se pierde la voz, es decir que cuando un significante es sancionado en el significado aportado por la lectura del Otro, es la voz del Otro lo que se pierde. La voz, dirá Lacan, es la del padre, voz de la ley antes del Pacto. Oírla es el primer momento del recorrido pulsional, mientras se mantenga ligada a la palabra no será siniestra u horrorosa. Del mismo modo el sujeto, al hacerse oír por el Otro se asegura al Otro renovando el pacto cada vez que habla. Es por medio de la palabra que el goce de la pulsión invocante se atenúa. Dicho de otro modo, es necesario que la voz esté perdida y que el hablante tenga una relación a esa falta para que hable desde algún lugar. Si la voz no se pierde, su irrupción se hace oír por todos lados, el sujeto no tiene la palabra sino que oye voces. Pulsión invocante, al padre. El padre forcluido retorna bajo la forma de la voz. En el delirio se cargan significantes para perder la voz.
Que la voz realice su presencia en el tiempo quiere decir que me escucho en el tiempo que hablo. Si este tiempo tiene la duración de un instante, la presencia del significado es inmediata. Cuando la sanción de la demanda como significado del Otro no se produce, lo que se observa es una oscilación indefinida de este tiempo, que sólo se interrumpe por la atribución subjetiva, alucinación, que intenta reintegrar el objeto a cierta legalidad, reasegurando al sujeto en una existencia amenazada. En este punto comentamos el artículo “Las voces mudas en la psicosis”[3] de Cristina de Biasi
Estructura de palabra de la alucinación
¿Cuál es la estructura de palabra que el texto de las alucinaciones actualiza? En este punto Lacan se sirve del análisis sobre las categorías gramaticales de Jakobson. Este lingüista no define el lenguaje como medio de comunicación, sino que afirma que el lenguaje funda la comunicación. Tanto el mensaje como el código subyacente son dos soportes de la comunicación lingüística. Ambos funcionan de una manera desdoblada: ambos pueden ser tratados como objetos de empleo o como objetos de referencia. Así un mensaje puede remitir al código o a otro mensaje. Lo mismo con respecto a la significación de una unidad del código. Distingue cuatro tipos dobles: dos tipos de circularidad: mensaje que remite al mensaje (M/M), código que remite al código (C/C); y dos tipos de encabalgamiento: mensaje que remite al código (M/C) y código que remite al mensaje (C/M).
(M/M): es el discurso citado, un mensaje en el interior de un mensaje, un enunciado sobre un enunciado. No sólo citamos a los otros, también nos citamos, formaciones del inconsciente.
(C/C): el nombre propio. La significación general de la categoría sólo se define en una remisión al código. Ana significa una persona llamada Ana. La circularidad es evidente.
(M/C): es el caso de la palabra empleada con su propia designación. Lacan: en el modo autónimo del discurso, el significante mismo, y no lo que significa, es objeto de comunicación.
(C/M): las unidades gramaticales cuya significación general no puede ser definida fuera de una referencia al mensaje. Shifter, que según la clasificación de Peirce son los símbolo-índice Ejemplo: yo: es un símbolo porque designa a la persona que lo enuncia, y, por eso mismo mantiene una relación existencial con la enunciación, es decir, funciona como índice. Definición de shifter: signo vacío, no referencial respecto de la realidad, y cuyo empleo tiene por condición la situación de discurso. Indica la posición del sujeto de la enunciación.
De las cuatro formas posibles de relación entre el código y el mensaje, dos son las que prevalecen en el discurso psicótico:
-los fenómenos de código, relativos al Otro;
-los fenómenos de mensaje, relativos al sujeto.
-Los fenómenos de código: coincide con el modo autónimo del discurso: la alucinación, el neologismo, que podemos identificar con la lengua de fondo de Schreber. Se trata de un código constituido por mensajes sobre el código, es decir, informan al sujeto sobre los empleos del código (M/C).
-Los fenómenos de mensaje: son los mensajes interrumpidos, frases que se detienen donde terminan los shifters, quedando en suspenso el resto. Lo corriente es que la significación general de un shifter sea definida al implicar una referencia al mensaje. En este caso, esto no se verifica. La frase se interrumpe en el punto donde termina el grupo de palabras que indicarían la posición del sujeto si pudieran remitirse al mensaje. El mensaje se reduce a lo que en el código indica el mensaje. (C/M).
A esta altura de su enseñanza, Lacan reflexiona: “¿no es notable la predominancia de la función del significante?, ¿qué hay en el fondo de la asociación constituida por estos dos tipos de fenómenos?” No reside nuestro interés en las categorías gramaticales a partir de las combinaciones mencionadas, sino en la estructura de los mensajes que generan. Tenemos: un código constituido por mensajes sobre el código (M/C), y un mensaje que se reduce a lo que en el código indica el mensaje (C/M). Al ponerlos en relación y simplificar, observamos un tipo de circularidad, que caracteriza a la alucinación, un código en el lugar del mensaje, un mensaje que es todo código, una relación que del código remite al código, C/C. ¿No es esto ejemplar del nombre propio? Es por esta vía que la respuesta se va a ir construyendo en la enseñanza de Lacan. Podríamos decir entonces que la estructura de palabra que asume la alucinación es la de designar al sujeto en su absoluta singularidad. Sin embargo ese nombre no cesa de no escribirse, de no nominar. La forclusión del significante del NP impone una falla en la nominación.
Punto de falla en la estructura
En relación al punto de falla en la estructura dice Lacan: “Alrededor de este agujero donde el soporte de la cadena significante falta al sujeto, y que no necesita ser inefable para ser pánico,*1 es donde se ha desarrollado toda la lucha en que el sujeto intenta ser reconstruido”. Me interesa destacar precisamente ese agujero, vacío de significación, agujero en la significación fálica, efecto de la forclusión del significante del Nombre del Padre sobre el cual se inscribe una significación de significación: la alucinación.
La alusión imaginaria
Hablar es ante todo hablarle a otros. Esto es lo que permite distinguir con nitidez el habla, de una grabación. Un sujeto que le habla a otro le dirige un mensaje a ese otro al que necesariamente considera como un A. Ese otro al que se dirige es reconocido como un A absoluto, un verdadero sujeto. Pero aunque el sujeto lo reconozca como A no lo conoce como tal y “lo que caracteriza la relación de la palabra al nivel en que es hablada al otro es esencialmente este desconocimiento en la alteridad del A” (seminario III pág 48 ). El A es eso frente a lo cual nos hacemos reconocer en la medida en que implícitamente ya lo hemos reconocido como tal. Y es necesario que así sea para que nosotros mismos podamos hacernos reconocer como portadores de una palabra plena. “El reconocimiento es aquello a través de lo cual ustedes lo instituyen, pero no como un simple elemento de la realidad, un peón, una marioneta sino como un absoluto, irreductible, de cuya existencia como sujeto depende el valor mismo de la palabra en la cual ustedes se hacen reconocer” (sem III pag 63).
El motor de la articulación de una palabra plena nos está dado por el principio mismo que organiza la comunicación auténtica en esa clase de mensaje que el sujeto estructura como si viniera del otro en forma invertida. “El emisor recibe del receptor su propio mensaje y en forma invertida (sem. carta robada). Es el caso de las fórmulas: “eres mi mujer”, “eres mi maestro”, que constituyen mensajes que significan plenamente lo contrario de lo que articulan en el presente de la palabra, e ilustran con toda claridad el reconocimiento implícito del A. El sujeto que interpela al A diciendo tú eres mi maestro le está formulando implícitamente soy tu discípulo, lo que articule en la realidad de su discurso sigue siendo tu eres mi maestro. El sujeto se hizo reconocer implícitamente como un discípulo a la vista de A al que puede reconocer explícitamente en su palabra como su maestro. Esta estructura de la comunicación es imperativa ya que solo ella permite explicar de dónde saca el sujeto la certeza asertiva que lo autoriza a afirmar: eres mi maestro. La certeza del sujeto al decir eres mi maestro solo puede fundarse en un más allá de su palabra; más exactamente en un mensaje que previamente le llegó desde ese más allá y a través del cual él se reconoció como discípulo (sem III pag 47). En otras palabras : “la palabra siempre incluye subjetivamente su respuesta”. De acuerdo con todo esto, todo sucede como si la alocución se constituyera como una respuesta (alocución: dirigir la palabra, discurso o razonamiento breve dirigido por un superior a sus inferiores), de tal modo que podría decirse que en la comunicación auténtica hablar sería hacer hablar al A como tal.
En el esquema L encontramos esta incidencia del A en el proceso de comunicación intersubjetiva.
Por el contrario veamos la intrusión de la palabra delirante (no funciona el A como garante de la referencia simbólica). Relato de la paranoica…Lacan deduce que debía haber en esa frase “vengo del fiambrera” alguna alusión al cerdo destinada al grosero personaje pero por qué se articula la apreciación bajo la forma de la alusión, por qué le dice vengo del fiambrero en vez de decirle simplemente cerdo? El enigma se disipa un poco cuando ella confiesa que luego de su expresión el personaje le respondió: cerda, ya que ésta era la palabrota inconfesable del comienzo.
Lacan ve en esto una ilustración de la fórmula de la comunicación: el sujeto recibe su mensaje del otro en forma invertida. Sin embargo, en el caso citado, la comunicación es muy singular ya que a esta psicótica, el mensaje le viene del otro y no del A. Es un rasgo específico del discurso psicótico que el mensaje anticipado e invertido no provenga del lugar del A. Todo sucede como si el mensaje cerda fuera el mensaje propio del sujeto que le llega por reflejo
En estas condiciones, el insulto sólo puede aparecer como un medio de defensa que surge en su relación a través de un discurso reflexivo.
Si la estructura de la palabra está hecha de tal modo que siempre es el A el que habla detrás nuestro, en el caso de este insulto, quién pronuncia cerda? Lacan supone que todo sucede como si el encuentro con el personaje grosero desencadenara una alucinación auditiva de la palabra cerda que llegaría en respuesta a vengo del fiambrera. Al tratarse de un fenómeno alucinatorio el amante de la vecina se manifiesta supuestamente como algo real que habla. Así su propia palabra proviene de ese otro semejante a ella. En otras palabras, aquí el mensaje no llega realmente en forma invertida ya que su propia palabra está dentro del otro. La palabra que se articula en lo real no viene del más allá del interlocutor que sería el A, viene de un más allá del mismo sujeto que no es el más allá de la referencia simbólica sino un más allá absolutamente subjetivo. En este sentido todo el esquema de la comunicación tiende a invertirse y a desplegarse a la manera de la palabra delirante. Ya no es la alocución lo que se articula como la respuesta a un mensaje que provendría del A. De ese más allá imaginario, por el contrario la respuesta presupone e induce la alocución. Aquí cerda gobierna a vengo del fiambrero.
La persona que habla recibe en cierto modo su propio mensaje bajo una forma aparentemente invertida que le llega del otro. Habla por alusión. Lacan insiste sobre el hecho de que la estructura de la alusión es totalmente flagrante, es de tal evidencia que no necesita pruebas, en la medida en que ella no sabe lo que dice de si misma.
En conclusión, este ejemplo nos enseña que en la palabra delirante todo lo que concierne al sujeto hablante está dicho realmente en el lugar del otro en la medida que el A está excluído del circuito de la palabra de modo que queda excluído aquello que puede asentar y garantizar la verdad de una palabra plena en el discurso del sujeto.
Forclusión y temporalidad
La temporalidad está dada por la inclusión en lo simbólico, en el campo del A y de la palabra. La falla en lo simbólico determina un trastorno temporal que la alucinación hace evidente. Un abismo, un embudo temporal. El retorno en lo real pone en juego dos cuestiones: -con respecto al espacio un no lugar y -con respecto al tiempo, lo actual, que no es sinónimo de presente. Es un tiempo sin pasado y sin futuro, es la actualidad del instante.
En el sem 3, el trastorno temporal es estudiado a partir de la alucinación marrana, que es designada como una “interlocución delirante”.
En el caso de la palabra verdadera, el A se inviste y, de rebote, se recibe su estatuto: la alocución precede a la respuesta que permite la recepción del propio mensaje en forma invertida. . Sólo hay dos maneras para hablar del sujeto: -si S se dirige al A y recibe de él su propio mensaje, que retornará en forma invertida, neurosis; -si S recibe el propio mensaje por alusión del semejante, estando el A excluido.
La respuesta marrana, voz alucinada, es previa a la alocución, (vengo del fiambrero). Esta inversión temporal es índice de la exclusión del A simbólico, de manera que lo que concierne al sujeto será dicho por el otro. En el punto en que el sujeto se encuentra sin el apoyo de la mediación simbólica, (llamada hecha al A allí donde no puede responder, homólogo a lo rechazado en lo simbólico), ¿cómo hará para darse alguna consistencia, para ser, para nombrarse? Mediante el retorno en-de lo real, se producirá la intrusión imaginaria de la injuria, alusión imaginaria por la cual el psicótico se indica a si mismo más allá de lo que dice.
En la “Cuestión preliminar…” el análisis del trastorno temporal de la psicosis es realizado a partir de la consideración del A como A del lenguaje y de la ley que organiza las significaciones. El psicótico es sujeto del lenguaje pero carece del significante que en el campo del A permite la producción de las significaciones, es decir del significante del NP. Entendiendo que las significaciones dependen del efecto metafórico inducido por la metáfora paterna, toda significación del deseo inconsciente depende del éxito de la misma y, por lo tanto, también la temporalidad como retorno de lo reprimido (la repetición del deseo inconsciente).
En el análisis de la alucinación “marrana” Lacan distingue en el sujeto, efecto del lenguaje, dos registros, no el del enunciado y el de la enunciación, sino sujeto de la frase y sujeto hablante. “…el yo de la frase en estilo directo, dejaba en suspenso, conforme a su función de shifter en lingüística , la designación del sujeto hablante…” he aquí al sujeto frente al “abismo temporal”, al vacío que se presenta en el lugar donde debería advenir la significación, que se produce “isocrónicamente a la oscilación” de la intención conjuratoria o de rechazo. La alucinación emerge allí donde la llamada al A con la intención subjetiva de rechazo deja al desnudo la carencia simbólica, la forclusión. Una vez confrontado el sujeto al agujero de la forclusión, a la “suspensión temporal”, el retorno a la temporalidad, la salida de la incertidumbre, se une a la “realización de la intención de rechazo” que se produce por vía alucinatoria. El abismo temporal es un nombre de la forclusión del significate del NP, un nombre del agujero en lo simbólico, y la alucinación que realiza la intención de rechazo del discurso, se presenta como respuesta del sujeto ante ese punto donde se advierte lo que ha sido cercenado en lo simbólico, como respuesta de lo real, donde su ser libidinal o de goce es nombrado por la injuria, a la vez que supera la pausa donde el tiempo quedó incierto.
En Schreber podemos situar los efectos de la forclusión del NP en: el tiempo que nombra como “agujero abierto en el tiempo”, que produce una alteración en el orden del universo y en la historia de la humanidad y, los efectos de la forclusión de la significación fálica en: la impresión que tuvo de haber leído el anuncio de su propia muerte en el periódico. La estabilización delirante le permitirá dar una interpretación a ambos agujeros.
En este punto se puede decir que todo lo que posibilita divide, todo lo que impide no divide. O de otra manera, todo lo que divide posibilita y todo lo que no divide impide.
[1] Paul Bercherie, Los fundamentos de la clínica, capítulo 17
[2] Martine Girard, “Clérambault, maestro de Lacan”, editorial Nueva Visión.
[3] “Las voces mudas de la psicosis”, de Biasi Cristina, 2005
*1 dios Pan: acostumbraba hacer apariciones súbitas que eran horrorosas.

SINTESIS13/05: "La metáfora paterna"Dictante: Marcelo Rapoport
“El ser padre al que no es loco o es un mentecato – le despierta lo mas terrible que hay en el hombre: ¡El sentido de la responsabilidad! Yo entrego a mi hijo el legado perenne de la humanidad. Con meditar en el misterio de la paternidad hay para volverse loco. Y si los más de los padres no se vuelven locos es porque son tontos… o no son padres. El matrimonio es un experimento psicológico; la paternidad lo es… patológico”Niebla. Miguel de Unamuno.
Cuestiones preliminares al acceso a la “carretera principal”.En la primera reunión del Sem. III, Lacan plantea que el gran secreto del psicoanálisis es que no hay psicogenésis, cuando se confronta con la noción de “relaciones de comprensión” acuñada por Karl Jaspers, que concierne al orden de la causalidad psíquica. Que no haya psicogenésis implica plantear que el psicoanálisis descubre que el orden de la causa como también de la génesis – de larga tradición metafísica- está radicalmente perdido, que la causa renguea, que no hay eficacia ni “a priori” ni “a posteriori” en la determinación de la causa. Sin embargo, si bien no hay psicogenésis hay, sí, condiciones que, de acuerdo a la contingencia de su inscripción se manifestarán como determinantes en la relación del sujeto con la estructura del Otro del lenguaje y de la ley del deseo cuyo articulador fundante es la función paterna. Lacan lo plantea así en una Cuestión Preliminar…: “… Es un accidente (se refiere al desencadenamiento de la psicosis) de este (registro simbólico), a saber, la forclusión del Nombre – del – Padre en el lugar del Otro y en el fracaso de la metáfora paterna, donde designamos el efecto que da a la psicosis su condición esencial, con la estructura que la separa de la neurosis”.La pregunta ¿qué es un padre? atraviesa el discurso del psicoanálisis sin suturarse ni fijarse a una respuesta definitiva y hace al fundamento de la “carretera principal” “El significante ser padre hace de carretera principal hacia las relaciones sexuales con una mujer. Si la carretera principal no existe, nos encontramos con cierto número de caminitos elementales… (…) según todas las apariencias el presidente Schreber carece de ese significante fundamental que se llama “ser padre”. Sem IIILa carretera principal.Lacan aborda al Edipo freudiano a través de dos conceptos: el significante del Nombre del Padre y la metáfora paterna. De lo que se trata es de recuperar como lugar central a la función del padre que se estructura y opera metafóricamente. En “Una cuestión preliminar…”, Lacan propone una reescritura de la fórmula de la metáfora que servirá de matriz a partir de la cual escribirá la metáfora paterna:
que leemos así: un significante S´ por su relación con un significado desconocido x, es sustituido por otro significante S, que producirá una nueva significación.
que leemos así: si el significante del deseo de la madre remite a un significado al sujeto, significado desconocido, enigmático, el significante deseo de la madre va a ser sustituído por otro significante, el Nombre del Padre, por lo cual advendrá al lugar del significado enigmático, la significación fálica o el falo como significación.Se trata de una formalización del complejo de Edipo basada en el principio de reducción a un proceso metafórico, cuyo producto de la operación es triple: el significante del Nombre del Padre se inscribe, de manera que la madre, cuyo goce queda interdicto y cae en el olvido de la represión primordial, ocupa lugar del Otro, en tanto el falo le es dado como significado del sujeto, con lo que se produce una estabilización del significante y del significado, que produce un punto de capitón entre ambos flujos, que abre la vía a la constitución del discurso.El Nombre del Padre dice que lo que la madre desea es el falo en relación al cual, el cachorro humano sometido a la angustia y al desamparo, que no es sólo biológica sino también fundamentalmente, significante, va a poder situarse. En relación a este enigma que le plantea el Deseo de la madre, el padre dice que lo que la madre desea es el falo. Significación fálica tal como está escrita en el lado derecho de la fórmula de la metáfora paterna: Otro . Lacan centra la operación de la metáfora paterna sobre el terreno despejado falo.por la elaboración freudiana de la primacía del falo, en tanto que falta. En consecuencia, si la madre desea el falo es porque no lo tiene, por eso lo podemos escribir de una manera que indica la falta: (- φ). El Nombre del Padre es la metáfora que designa un falo innombrable y por lo mismo previene de una diseminación de la significación fálica. Al extraer al Falo como significante del deseo, otorga significaciones de sentido, es decir produce un clivaje en el goce, una parte queda negativizado simbolizado en un órgano fuera del cuerpo, el Falo como significante del deseo: Ø. Esta atribución simbólica produce al mismo tiempo una falta en ser. Cada vez que un sujeto quiere nombrar su ser de goce sexuado, este se le escapa y solo puede articular las significaciones de su alienación al campo del lenguaje a partir de si inscripción en la función fálica. El sujeto del deseo es, en consecuencia, un efecto de significación producido por la operación del lenguaje sobre lo real, por lo cual su ser queda suspendido en la indeterminación binaria del funcionamiento simbólico. Por la operación de la metáfora paterna, el sujeto se inscribe en el campo del Otro mediante la negatividad de dos faltas: una falta significante y una falta de goce. ¿Cómo situar con precisión el efecto de la metáfora paterna?La forclusión del significante del Nombre del Padre.Hacer de este concepto el específico del mecanismo de la psicosis entrañan no pocas cuestiones. Esta distinción introduce una diferencia con los otros mecanismos de defensa aislados por Freud: a la represión propia de la neurosis y la renegación o desmentida que concierne a la estructura de la perversión, la Verwerfung propia de la psicosis que Lacan a la altura del Sem. III, como una petición de principio, decide traducir como forclusión. Si la neurosis, la perversión y la psicosis constituyen diferentes posiciones del sujeto en la estructura misma, la forclusión del Nombre del Padre, al trastornar las relaciones entre lo real y lo simbólico, altera a la estructura por el hecho que se encuentra afectada la inscripción del sujeto en el lugar del Otro. Con esto se abre la pregunta acerca de la Bejahung- afirmación primordial- y la Autossung- expulsión primordial- que Lacan lee en la negación de Freud y que tal como lo señala Solal Rabinovitch, se plantea una cuestión en lo que respecta a si estas operaciones lógicas son lógicamente originarias a la Verwerfung “o bien convendría plantear la secundariedad de la Verwerfung”.Hay un punto de irreductibilidad en la estructura por el hecho de la no –inscripción- del Nombre del Padre, instaura como inscripción “un no habrá sido jamás” tal como lo plantea S. Rabinovitch. “Un no habrá sido jamás” del cual no queda huella en tanto deja un agujero en lo simbólico y, en consecuencia, retorna, profundamente trastocado en el tiempo y en el espacio, en lo real y esto es lo que constituye la única huella de este accidente fatal, cuyos diversos fenómenos constatamos en la clínica. La huella de esta vicisitud pulsionalmente mortífera del significante del Nombre del Padre que es la forclusión, es una huella en lo real. Cabría entonces la pregunta: ¿Qué retorna del padre del forcluído? ¿Qué huella puede existir de lo que jamás advino para un sujeto? En el Sem. III, Lacan define así a la Verwerfung: “se trata del rechazo, de la expulsión de un significante primordial a las tinieblas exteriores, significante que a partir de entonces faltará a ese nivel. Se trata de un proceso de expulsión de un interior primitivo, que no es interior del cuerpo sino el interior de un primer cuerpo significante. Freud supone que es el interior de ese cuerpo primordial donde se constituye el mundo de la realidad ya estructurada en términos significantes. La primera aprehensión de la realidad por el sujeto es el juicio a la existencia: esto no es mi sueño o mi representación, sino un objeto”. pág 217.A partir de este momento de la elaboración de Lacan, la Verwerfung quedará como secundaria a la operación de la Bejahung y Autossung; recae sobre un significante ya instituido y constituye un sujeto psicótico por la exclusión en las tinieblas exteriores de un adentro primitivo, que ya estaba constituido por la Bejahung. En consecuencia, por encontrarse imposibilitada la historización del significante forcluido en el nivel de la sincronía primera de la batería de significantes, quedará un agujero que el sujeto tenderá a suplantar. Y esto es lo que constituye la particularidad del sujeto psicótico.El Nombre del Padre forcluído, que retorna en lo real cuando el sujeto confrontado en instancia – cualquiera- cuya convocatoria a él deviene necesaria y no lo encuentra, arrasa con la trama significante y se manifiesta en lo actual de su convocatoria, en el retorno de la falta de las inscripciones primeras de los signos de percepción. Falta ese vacío en el Otro que es la condición del significante como tal. El psicótico está en el lenguaje aunque no haya sido ordenado por el significante del Nombre del Padre, pero no puede servirse de él, no puede hacer discurso que precipite el lazo social. En la psicosis no hay ningún vinculo entre lo Simbólico y lo Real; es mas en términos nodales, R, S, I hacen un seudonudo. Hay pasaje de uno a otro sin discontinuidad. No hay vínculo entre lo Simbólico y lo Real porque no hay lazo entre las palabras y las cosas, las palabras no son eficaces para representar a las cosas. Aunque incluido en el lenguaje, “mártir del inconsciente”, el sujeto no está capturado en la cadena significante, por lo que entre su cuerpo o más bien, la fragmentación de su cuerpo y el mundo exterior, no se constata ni solución de continuidad ni diferencia. Experimenta una fusión cuerpo propio –mundo exterior- . Las representaciones de cosas están dislocadas, trastocadas, desorganizadas, radicalmente disjuntas de la representación de palabra y quedan presentes tanto en el interior como en el exterior. Como bien lo señala S. Rabinovitch, son restos preconcientes y restos del mundo exterior; “restos mnémicos” de lo oído que comportan dos partes: una es simbólica, la palabra oída, y la otra es real, la voz que ha pronunciado esa palabra. Cuando a la voz del pensamiento preconciente se le agrega la voz que sería áfona si la castración hubiera operado, retorna desde afuera, lo que se conjuga en la alucinación. El desencadenamiento de la psicosis y la metáfora delirante.“Para que la psicosis se desencadene- plantea Lacan en el post- scriptum de “Una Cuestión Preliminar…”- es necesario que el Nombre del Padre (verwerfung), forcluído, es decir sin haber llegado nunca al lugar del Otro, sea llamado allí en oposición simbólica al sujeto. Es la falta del Nombre del Padre en ese lugar la que, por el agujero que abren el significado, inicia la cascada de los retoques del significante de donde precede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que alcance el nivel en que significante y significado se estabilicen en la metáfora delirante”. pág 262. Lacan introduce la noción de metáfora delirante para designar un proceso de sustitución que se opera en el campo del lenguaje: Los significantes del delirio, toman lugar allí donde ante esta coyuntura dramática que es el desencadenamiento del proceso psicótico, se abre un agujero en lo simbólico, difractado de diversas formas en lo imaginario y que emerge como una invocación fallida a un proceso ordenador propio de la función paterna, función que se precertifica bajo una forma terrorífica y anonadante hasta que, en la medida en que el trabajo restitutivo del delirio, que es un proceso de significantización y de localización del goce dislocado, logra convertirlo en pacificante. Acontecimiento dramático por que al sujeto le resulta insoportable el acercamiento al abismo producido por la falta radical del Otro, al no disponer de la posibilidad determinada por la significación fálica. Si bien la inscripción del Nombre del Padre marca el sujeto en el orden del lenguaje y lo alienta hacia el discurso, al no estar encarnada en ningún significante, es la inscripción de un lugar vacío, de un más allá del sujeto; este lugar es ectópico al sujeto, independiente de él. La no - ocupación de este lugar vacío se hace manifiesta como retorno en lo actual- tiempo de lo real-. Como se dice en el lenguaje jurídico: no ha lugar al padre simbólico. Si sólo el significante del Nombre del Padre puede marcar la existencia de un lugar vacío del Padre, la ausencia de su significante implica que el lugar vacío falta; y es doblemente faltante, por una parte, porque su significante falta y por la otra, porque lo ocupa el padre pulsional que hace del sujeto, sujeto al goce. Ausente por la forclusión, la parte simbólica del padre deja en el lugar, su parte real que ocupa su sitio. Vacío redoblado que significantizará con la elaboración delirante. Quizás no haya otro fenómeno que muestre de la manera mas patente el denodado intento del sujeto de articularse al significante como es en el delirio. En su texto sobre Schreber, Freud- a contra pelo de la tradición psiquiátrica que pudo describir con minuciosidad ciertas fases progresivas- enfatizó y discernió tajantemente “que eso que nosotros tomamos como una producción mórbida, la formación de delirio es en realidad una tentativa de curación, una reconstrucción”. Lacan, por su parte, plantea que “la psicosis es un intento de rigor tanto en el pasaje al acto como en las producciones significantes”. El trabajo restitutivo del delirio es abordado por Lacan, según el momento de su enseñanza, con dos términos que no son homólogos: estabilización y suplencia. A pesar de sus diferencias contextuales y cabría preguntarse si conceptuales, por el momento y en primer lugar de lo que se trata es de las vicisitudes de la articulación o no del significante y el goce. Por medio del delirio el psicótico identifica y fija a una serie de significantes con los cuales podrá inaugurar un espacio de significaciones que le permitan fijar un goce y localizar a un sujeto. En este sentido, el delirio es posible situarlo entre el goce y al ciframiento, como manera de incluir la mediación de las significaciones; como también la invención de un síntoma. Este síntoma es una forma de procurarse una identificación sexuada, es decir, no se puede concebir sin lo que Lacan llamó “goce transexualista” o bien “empuje a la mujer”. En la mediación del delirio como respuesta a la inmediatez del fenómeno elemental es posible deducir una respuesta doble: según el delirio sea respuesta única al desenlace, para intentar articularlo en los circuitos del sentido, en la metáfora delirante; o por lo contrario, se trate sólo de una respuesta secundaria. En definitiva, según que el delirio opere en el registro de la metáfora (emergencia de significación) o permanezca en el registro de la metonimia (resistencia a la significación). En el primer caso, podríamos ubicar al delirio reivindicativo y en el segundo: al delirio interpretativo. En la metáfora delirante se intenta una articulación significante que opere como punto de capitón, para ello es necesario un cierto ciframiento, una fijación del goce para que el síntoma psicótico sea tal: no sólo una suplencia del Nombre del Padre sino también un elemento que sea por sí incifrable: la relación sexual. De ahí que la metáfora delirante para poder ser tal requiere de la congruencia tanto del “empuje a la significación”, que se constituye como un efecto de nominación, como del “empuje a la mujer”. Este efecto de nominación conjugado al efecto del “empuje a la mujer” es posible constatarlo en presidente Schreber: el efecto de nominación “ser la mujer de Dios”, la imagen en el espejo captura el goce transexualista del cuerpo y la metáfora delirante de la escena le otorga el sentido de la copulación divina. “El ser la mujer de Dios” anuda un goce a un significante en lo real, que garantiza su existencia, al tiempo que lo limita al cuerpo. Es un falo en lo real que sustituye a una carencia simbólica que permitiría “un saber hacer” con la falta de la relación sexual que no hay. Un falo real sustituye a un falo simbólico, que si bien no hace verdadera metáfora, permite una estabilización, al lograr el advenimiento del Ideal en el lugar del Nombre del Padre y la significación de la feminización en el lugar de la significación fálica. La función de la injuriaLacan en un texto de 1960: “La metáfora del sujeto” plantea que toda metáfora se origina en una injuria: “tú lámpara, tú toalla, tú plato le grita a su padre con rabia el Hombre de las Ratas”. Es ahí donde Lacan aísla a la injuria gratuita por la que un sujeto resulta herido por un atributo cualquiera, tal como lo señala Jorge Jinkis en su texto “El insulto y la metáfora”. El insulto acentúa la función nominativa del Otro en la medida en que le atribuye - en el sentido de un juicio de atribución- una nominación que lo define por sustitución. Jinkis plantea que: “si como lo afirma Lacan en el origen perdido de la metáfora hay una injuria; en la psicosis la injuria está en el lugar de la metáfora”. Desde esta perspectiva, la injuria se constituye en un llamado fallido a Otro ordenador y legalizante que sea eficaz para significar de otra manera aquél que propicia la injuria misma. En caso omiso, la injuria es el intento fallido de establecer un nombre propio. Referencia bibliográfica: Freud, SObservaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia, autobiográficamente descrito Lacan, JSeminario 3: Las Psicosis 1955-1956Seminario 5: Las formaciones del inconsciente 1958-1959De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis 1957-1958La metáfora del sujeto 1961Rabinovitch, Solal Encerrados afuera. La preclusión. Editorial Del Serbal. Jinkis, J.El insulto y la metáfora. Lo que psicoanálisis nos enseña.
8/04: "La paranoia y su articulación a la estructura"Dictante: María Cristina De BiasiLa paranoia y su articulación a la estructura-La paranoia en Freud y en Lacan-Recorrido por la Psiquiatría-Qué cuestiones de estructura pone de relieve la paranoia-Función del Padre mítico. Metáfora delirante y locura parricida-El caso Wagner. Diferencias con SchreberI) Primera Parte
Algunas referencias del período anterior (“Dolor y melancolía”)…
Partimos del dolor de existir para poder articular, desde su manifestación en la melancolía, el dolor en la estructura. La nost-algia, “ese abismo místico de la fusión afectiva”, la situamos como esa ilusión que conlleva su contra-cara: “la más pura aspiración a la muerte”. Punto del dolor-desesperación. Pero la “nost-algia” también está implicada –aunque de otro modo- en esa “dolorosa dialéctica del objeto” por la cual este último se constituye en tanto perdido.
Circunscribimos por tanto la función de la falta y el duelo por la pérdida de objeto como fundante de la subjetividad, no sin la decisiva incidencia de la función paterna.
El dolor de existir tiene su fuente más determinante en el sentimiento de encarnar el deshecho del Otro. “El padre –dice Assoun- en su función simbólica viene allí a des-encarnar el dolor”. De lo contrario el dolor se eterniza en un duelo que no concluye.
Señalamos luego por qué vías nos vimos conducidos a nuestra propuesta actual de abordar la paranoia y su articulación a la estructura.
La paranoia en Freud y en Lacan. Diferencias con la psiquiatría…
Situamos la paranoia en el saber de la psiquiatría. Surgimiento del cuadro, su extensión y posterior restricción, a partir de Krepelin, del campo clínico que abarcaba. Debate que emerge partir de esto último. Y posterior desaparición como entidad clínica en los manuales actuales de Psiquiatría como el DSM IV.
La paranoia ocupa un lugar de privilegio en la conceptualización freudiana.
Abordamos la crítica de Lacan a la definición de paranoia de Krepelin y fundamentalmente su crítica al campo de la Psiquiatría.“No se vuelve loco quien quiere”: una hipótesis estructural…
Critíca de Lacan a la noción de psicogénesis. Necesidad de forjar una hipótesis estructural dado que no se trata del sujeto psicológico, ni de psiquismo sino del sujeto del inconciente, definido este último en relación al lenguaje. Punto central y organizador de la estructura: la función paterna.
La condición de la locura, dado que “no se vuelve loco quien quiere”, es la forclusión del nombre del padre, la cual compromete gravemente la inserción del sujeto en el registro simbólico. Esto traza la frontera entre la neurosis y la psicosis. La estructura en términos diagnósticos sitúa una determinada relación del sujeto a la Alteridad que lo constituye.
La función paterna, especialmente en este seminario III y en seminario V, será articulada por Lacan al mecanismo filiatorio.El encuentro de Freud con Schreber…
Nada hubo de comparable, dice Lacan, a la manera en que Freud procede con Schreber: desciframiento champollionesco de su escritura.
Destacamos allí el descubrimiento freudiano de un “complejo paternal” en el delirio de Schreber y sus agudas observaciones en cuanto a “esa rara relación de Schreber con su Dios”; pero también el impasse freudiano en cuanto a la cuestión paterna en la psicosis al re-enviar esta problemática a la ambivalencia habitual del niño con su padre, lo cual no permite establecer la frontera entre neurosis y psicosis.
Sin embargo, la cuestión del padre que habría quedado en cierto impasse en el texto de Freud sobre Schreber, vuelve –con la fuerza de un retorno- apenas un año después en su texto “Tótem y tabú”, donde Freud dará a luz su “mito científico del asesinato del padre”.
El padre mítico y sus derivaciones (dimensiones de la paternidad)…
El Padre mítico sitúa un imposible de goce y poder absoluto. Esto lo convierte en un operador estructural.
Situamos los dos tiempos del mito y la función del mismo en la estructura.
Remitimos este “operador estructural” al padre real del primer tiempo del mito -Padre absoluto en su goce-, pero en su articulación con el padre del segundo tiempo que, en tanto muerto, instaura la prohibición –padre simbólico-.
Freud presenta, por tanto, el origen de la ley bajo una forma mítica.
Importancia del mito:
1- Nos permite extraer su verdad última: ningún padre puede ocupar el lugar de aquel padre Mítico (“ningún hijo ocuparía jamás su lugar…”, dice el mito del asesinato del padre). Y esto hace efectiva la función paterna. En este sentido el Padre mítico se convierte en una Referencia fundadora.
2- Nos permite situar la función del padre simbólico –padre muerto- y la instauración de la ley.
“Transmitir supone que el padre ceda sobre su goce…”, dice J. Hassoun. La transmisión del nombre del padre es correlativa de la transmisión de la castración en su función simbólica.
Referencias a Schreber y su padre.
El padre simbólico y el fracaso de su función…
La forclusión del nombre del padre deja al niño en la imposibilidad de referirse al Padre simbólico. “El nombre del padre es forcluido –dice J. Dör- cuando este significante aparece renegado en el discurso de la madre” - renegación sistemática de la representación del Padre simbólico y de todo alcance significativo de la ley-. El niño queda allí sujeto a una relación arcaica con la madre como su solo y único objeto de deseo -falo imaginario-. Cautivo en esa relación el niño sufre un defecto de filiación.
La filiación por la vía del llamado…
La transmisión de la ley es homogénea a la transmisión del nombre del padre, fundante de la subjetividad. ¿Cómo es posible que esto llegue –pase- al sujeto, al mismo tiempo que lo instituye como tal? No por otra cosa, nos dice Lacan, que por la vía de la invocación, del llamado.
Trabajamos allí la diferencia de dos frases -homófonas en francés- que ponen en función el “Tú”; el cual, como significante que proviene del Otro, se hace soporte de la función del llamado al sujeto. Ese “tú” sitúa la función esencial del superyó en tanto filiatorio. Anticipamos en este punto de nuestro recorrido cuestiones que serán re-trabajadas en la reunión específicamente dedicada al superyó.
“Tú eres el que me seguirá…”: frase que llamando desde el tú -al sujeto- aplastará a este mismo tú, con el que comienza la frase, en el “seguirá” que conjuga una tercera persona –“él”-. Esa frase no llama a responder al sujeto, es una simple constatación
“Tú eres el que me seguirás…”: frase que interpela al sujeto y lo llama a responder, a replicar, a interpretar. El “Tú” con el que comienza la frase se ratifica en el seguirás que sigue conjugando una segunda persona.
La tercera persona no es persona -dice Benveniste- sino objeto de un enunciado posible. El sujeto está allí aludido.
Situamos la paradoja del lazo filiatorio que implica al mismo tiempo atadura y desatadura.
Estamos siempre sobre una doble vía: el padre como transmisor, el hijo como interpretante. Vías que vienen a confluir: es el lugar al que se ha accedido en tanto hijo el que posibilitará que a su turno se convierta en transmisor.
La transmisión del nombre del padre podemos pensarla en el cruce de dos metáforas forjadas por Lacan para dar cuenta de la misma: el nombre del padre como “carretera principal” y también como “encrucijada”, “nudo de rutas” (Seminario III, Paidós, p. 416, 417).
Para el desarrollo de este punto ver especialmente los capítulos XX, XXI, XXII y XXIII del Seminario III.
El Tú delirante o el fracaso de la invocación filiatoria…
La forclusión de los significantes del nombre del padre va a comprometer el núcleo mismo del montaje filiatorio: la función del llamado, del Tú invocante –núcleo del superyó- se verá afectada.
Tomamos como ejemplo las frases interrumpidas que le surgían alucinatoriamente a Schreber: “Tú eres…”. Frases sin ningún predicado, que él se veía forzado a completar, ya que de lo contrario Dios lo dejaba tirado, abandonado. Ese Dios que “sólo sabe tratar con cadáveres”. Ese Tú, dice Lacan, es un Tú muerto.
Tú intimidatorio y mucho más cerca de una tercera persona que, como decíamos, no es persona sino objeto de un enunciado posible. Por esta vía abordamos la estructura de la alusión en la psicosis.
En la alucinación algo emerge restitutivamente en relación a la función filiatoria del llamado.
El delirio, de otro modo, también restituye algo del orden filiatorio que ha caído bajo los efectos de la forclusión. Situamos allí la función de la metáfora delirante en Schreber cuando éste queda inscripto en el linaje solar (no sin la prueba de pertenencia al mismo que Freud destaca en el Apéndice del texto cuando nos habla de “la ordalía”). La metáfora delirante viene a suplir el defecto filiatorio – al mismo tiempo que lo pone especialmente de manifiesto-.
¿Qué pasa cuando el delirio no alcanza a estabilizarse en cierta metáfora tendiente a un cierto apaciguamiento de los padecimientos del sujeto? En el otro extremo de una cierta estabilización, o de cierta suplencia más o menos lograda, situamos el riesgo del “acto loco” de un sujeto: las llamadas “locuras parricidas”. Remitimos allí a Pierre Legendre.
Situamos aquí una contraposición esencial: el empuje a la transformación en mujer en Schreber –punto de almohadillado restitutivo de su metáfora delirante- y el empuje al acto –“es preciso que lo haga…”, decía el cabo Lortie- cuando nada de esto es posible. Contraposición que revela una verdad común en ambas posiciones subjetivas: la necesidad de un acto del sujeto que lo instituya en tanto tal.
Anticipamos dos cuestiones que se irán precisando en nuestros desarrollos. El “acto loco” no es privativo de la paranoia, aunque se ponga en juego en el mismo una “atmósfera delirante”. Pero también precisamos cómo una paranoia puede virar -devenir, derivar- en locura parricida. En relación a esta última precisión expusimos en la Segunda Parte de nuestra reunión nuestra lectura del caso Wagner.

II) Segunda Parte
Presentamos “el caso Wagner” de Robert Gaupp –caso célebre de la literatura psiquiátrica- y nuestra construcción del mismo.
Tres grandes temas nos permitirá interrogar este caso a lo largo de nuestros desarrollos:
1- La relación melancolía-paranoia.
2- La vinculación del delirio y el pasaje al acto.
3- La Responsabilidad Subjetiva.
Breve reseña del caso
¿Quién fue Ernst Wagner?
Fue un maestro de escuela que hasta el día de consumar su trágico pasaje al acto desempeñó “normalmente” su vida laboral y familiar. Algo presuntuoso y arrogante, su trato con la gente era muy correcto. Se destacaba sí por un rasgo: hablaba en un alemán literario (no el suabo: su lengua materna). Dramaturgo cuyas obras -salvo algunas costeadas por él- no le fueron publicadas, pese a sus intenciones de que así fuera.
El acto loco…
E. Wagner consuma esta tragedia a partir de una planificación, desde hacía cuatro años, en tres actos que debía llevar a cabo:
1- Matar a su familia – sus cuatro hijos y su esposa-.
2- Matar a “los habitantes de Mülhausen” e incendios en el lugar.
3- Suicidarse.
Al despuntar el día mata a su familia. Luego se dirige a Mülhausen y esa noche la matanza arrojará un saldo de 8 muertos y 12 heridos de gravedad. Allí es apresado. Como se ve no pudo llevar a cabo el último acto planificado.
Luego de matar a su familia y antes de llegar a Mülhausen envía una serie de cartas que debían ser leídas, según su planificación, luego de su muerte, con la cual se suponía debía culminar “su gran obra”. Cartas que guardan un gran interés para nuestra interpretación.

Los motivos…
Wagner va a aducir dos motivos diferentes en relación a su acto loco:
1-Mata a su familia por compasión. Especialmente a sus hijos. A su mujer la mata para que no le impida llevar a cabo el asesinato de sus hijos.
2- Mata a “los habitantes de Mülhausen” por venganza.
Estos diferentes motivos se constituirán en vías privilegiadas que nos abren a una interpretación del caso.
La intervención de Gaupp en el caso…
Llamado a realizar una pericia psiquiátrica, se convertirá en su psiquiatra por espacio de 30 años, hasta la muerte de Wagner.
Gaupp diagnostica a Wagner como paranoico y lo declara “irresponsable de sus actos criminales”. Wagner, en razón de esto, lo considerará por mucho tiempo “su peor enemigo”.
Gaupp escribirá numerosos trabajos en relación a Wagner. Krestchmer –discípulo de Gaupp- a pedido de su maestro, realizará también entrevistas con Wagner y hará sus aportes a la interpretación del caso.
Frase clave de Wagner que anticipamos situando la problemática de la responsabilidad subjetiva: “Soy responsable, pero no culpable”.
Ahondaremos en esta problemática en nuestra reunión dedicada a la cuestión del superyó.
Los primeros trastornos…
A los 18 años, tal como dijo Gaupp, se producirá una “grieta” en la vida de Wagner. Fuertemente perturbado por la emergencia de su desarrollo sexual –tardío, por cierto-, surge un onanismo compulsivo. Momento de perplejidad frente a un “qué es…?” angustiante y profundamente desestabilizador. Emergencia de atormentadores autorreproches y de los primeros síntomas de “significación personal patológica”: él pensaba –a partir de la mirada de los otros- que “se le notaba”, que “los demás se daban cuenta”.
La primer inflexión en el trabajo de su psicosis…
La autoacusación delirante adquirirá nuevos ribetes cuando los actos de zoofilia de los cuales se inculpa, a partir de cierto momento, vengan a tomar el relevo del onanismo.
El “síntoma de significación personal” cobra una nueva y mayor consistencia, fecundando su delirio. Localiza más claramente a su perseguidor: a partir de los cuchicheos, miradas y murmuraciones de “los habitantes de Mülhausen”, tiene la convicción de que estos últimos saben de sus actos de zoofilia, se burlan de él y lo difaman.
Se casará luego –en circunstancias muy especiales- y tendrá 5 hijos. A pesar de que al contraer matrimonio sus prácticas de zoofilia ya habían quedado atrás él no dejará de estar atormentado por sus autorreproches y perseguido por las supuestas difamaciones de “los habitantes de Mülhausen”, lo cual lo conducirá a varios intentos de suicidio.
Segunda inflexión en el trabajo de su psicosis: la confesión… y la planificación del acto
Situamos las circunstancias en las cuales se produce un viraje decisivo en la psicosis de Wagner, del cual tenemos el más vivo testimonio ya que coincide con el comienzo de la escritura de su Autobiografía, que es al mismo tiempo la planificación de su acto criminal. Curiosa manera de empezar a contar-se en una historia.
Comienza su Autobiografía con esta confesión: “Soy zoofílico” (“Ich bin Sodomit”). También leemos allí, referido al momento de los nacimientos de sus hijos –muy seguidos-: “ella estaba embarazada de hijos, yo de pensamientos asesinos”.
Punto de viraje en el cual situamos cómo esta paranoia deviene, deriva en “locura parricida”.
A la luz de los aportes de Pierre Legendre fuimos dilucidando, según nuestra interpretación, cómo este acto loco se enmarca en una “locura parricida”.
Los fata familiares…
Situamos cuestiones claves de su historia familiar, de su historia en tanto hijo. Qué decía él de su madre, qué de su padre y qué le decía su madre de este último, quien murió cuando él tenía dos años.
A partir de estos puntos retomamos las vías de los motivos, esgrimidos por Wagner, que abrían hacia nuestra interpretación de este acto loco.
La venganza…
Retomando la escritura de su carta a “los habitantes de Mülhausen…” –que comienza diciendo: “A mi Pueblo…”- y algunos de sus dichos relacionados a la venganza, situamos en “el Pueblo causante de su desgracia” lo que se constituiría para él en la imagen de una Referencia persecutoria –Alteridad persecutoria-. “Objeto de goce” en “la inmunda trompa” de este Père-seguidor.
Imagen que se torna emblemática para Wagner –en tanto imagen de la Referencia- pero que, no obstante, aún no nos permite situar el nudo último de este acto parricida, según nuestra interpretación.
La compasión…
Mata a sus hijos por compasión:
1- Para que no sufran las burlas y el desprecio de la gente a raíz del “delito sexual” cometido por su padre.
2- Pero fundamentalmente porque sus hijos eran como él, igualmente degenerados, y pertenecientes a “una estirpe enfermiza”, así que: “¿qué podían esperar de la vida?”.
Conjeturamos –retomando fragmentos de su discurso- en esta última “razón” esgrimida la línea de fuerza fundamental de su delirio: “la estirpe enfermiza” que “era preciso que…” él “borrara de la faz de la tierra”.
Wagner decía provenir de una “estirpe enfermiza” y hacía directamente responsable a su padre de la misma. Podríamos decir –parafrasenado al cabo Lortie- que esta última tenía “el rostro de su padre” –a quien no había conocido y de quien no había podido formarse, vía las palabras de su madre, “una imagen paradigmática”-. Imagen de la Referencia fundadora de la estirpe enfermiza que cobra cuerpo en la imagen de sus hijos y de todos los descendientes. Ataca de este modo el lazo filiatorio mismo, mata a sus hijos y quiere matarse él, como representantes de dicha estirpe. Paradójicamente, en este acto, el parricida busca reivindicar, restaurar, el Padre con mayúsculas –impugnando la imagen de esta Referencia “enferma”-.
Según su delirio, la degeneración vendría a ser por tanto el rasgo filiatorio a esta “estirpe enfermiza” y la zoofilia –entendida como degeneración- se constituiría, en la Prueba de pertenencia al linaje. Genealogía delirantemente construida.
Necesidad (“es preciso que…”) de todo sujeto de un acto, de palabra o fuera de ella, que venga a instituirlo en tanto sujeto filiado, enlazado a la cadena de las generaciones. Es este el fundamental sentido que cobra el término “herencia” en el discurso psicoanalítico.
Así, trágicamente, la estirpe enfermiza era a Wagner lo que el Sol era a Schreber.
Sujeto del goce y paranoia…
Decía Lacan que quizás nos permita una definición más precisa de la paranoia pensar en términos del sujeto del goce, situando la paranoia como localizando el goce en ese lugar del Otro. El Otro perseguidor.
El “proceso de significantización” puesto en marcha en el trabajo de la psicosis tiende a elaborar y fijar una forma de goce menos inaceptable para el sujeto. El delirio de Wagner se habría revelado totalmente insuficiente para este fin.
¿De qué está enferma la “estirpe enfermiza”?. Wagner decía saberlo mejor que nadie: de sexo. Consumado su acto loco Wagner dirá que su impulso sexual se había apaciguado y que ahora se sentía “totalmente puro”.
Podríamos decir que donde no hay “nudo filiatorio” hay “nudo de serpientes”. Expresión, esta última, tomada de un bello poema que Paul Elouard escribe en relación a Violette Nozière, célebre parricida quien mata a su padre incestuoso.
Decía Wagner en el momento más encendido de su locura, cada vez más cerca de su acto loco: “Mi ley y mi evangelio son: ‘destruíd la vida’, ¡‘Matad’!...”. Quiere decir que cuando el asesinato del padre, instaurador de la ley y la subjetividad, no se cumple en el nivel simbólico de la palabra y la representación mítica, habrá de retornar como imposición del superyó en lo real: “¡mátalo!”.

OTRAS ACTIVIDADES
En vinculación con el tema de “las locuras parricidas” se llevarán a cabo dos actividades:


CICLO DE CINE: Viernes 8/9, 20 hs: “Furtivos”Director: José Luis Borau Lugar: Colegio de Psicólogos (Dorrego 423)Viernes 15/9, 20 hs: “El chacal de Nahueltoro”Director: Miguel LittinLugar: Colegio de Psicólogos (Dorrego 423)Viernes 22/9, 20 hs: “Violette Nozière”Director: Claude ChabrolLugar: Colegio de Psicólogos (Dorrego 423)Miércoles 27/9, 20 hs:“Yo, Pierre Rivière, habiendo degollado a mi madre, a mi hermana y a mi hermano…”Director: René Allio Lugar: Cine Club (España 401)


MESA REDONDA: Sábado 21/10, 10 hs:“Locuras parricidas y responsabilidad subjetiva”
Participantes:
Adriana CoviliPsicoanalista
Hernán LascanoPeriodista
Máximo SozzoAbogado Profesor e investigador en Sociología y Criminología UNL
José SolhaunePsiquiatra Psicoanalista
Coordinación:
María Cristina De BiasiPsicoanalista
Lugar: Colegio de Psicólogos (Dorrego 423)Colabora en la organización el Espacio de Cultura del Colegio de PsicólogosAuspicia Cine-Club Rosario
Informes: Secretaría del Colegio de Psicólogos (Srta. Eleonora) - Tel.: (0341) 4498780 – 4474460




Actividad aprobada por la Comisión de Evaluación de Programas de Formación del Colegio de Psicólogos, de la 2da. Circ. (Pcia. de Santa Fe)Actividad anual - Frecuencia: 2° Sábados de cada mes - Horario: 9:30 a 13 hs Lugar: Colegio de Psicólogos - Dorrego 423 - Rosario
E-Mail:
crisdebiasi@yahoo.com.ar - silviarszuman@yahoo.com.ar - marcelorapoport@yahoo.com